A los treinta años de edad,
Con santo i divino amor,
Principió nuestro Señor
A predicar la verdad.
Viendo que se le acercaba
El plazo de su tormento,
Jesucristo mui atento
A partir se preparaba.
La jente lo acompañaba
De verle su santidad,
I en él su divinidad
I la gracia que alcanzó.
El agua en vino convirtió
A los treinta años de edad.
Por cumplir lo decretado
Salió a enseñar las verdades.
Por las villas i ciudades
De un gran jentío rodeado.
Fué él mui glorificado
Por el pueblo con primor;
Lleno de tierno fervor,
Para ganar la victoria,
Les hablaba de la gloria
Con santo i divino amor.
Predicaba su doctrina
Engolfado en gran dulzura,
Siempre anjelical i pura
Mas que el agua cristalina.
Lleno de ansia divina,
Sin pensar en el dolor,
En la época del terror,
Por ganarse los laureles,
A convertir los infieles
Principió nuestro Señor.
El curó a los leprosos,
Hizo andar a los tullidos,
I fueron reconocidos
Sus milagros portentosos;
I fueron inmensos los gozos
De toda la humanidad;
I solo por caridad,
Para dar paz i consuelo.
Dió principio sin recelo
A predicar la verdad.
Al fin, sin mucho pensar
Nuestro Dios al parecer,
Porque viéran su poder
A los mudos hizo hablar.
También apaciguó el mar
De un furioso temporal.
Es lójico i natural
Los milagros que él hizo
En el momento preciso
Aquel cordero pascual.
Imprenta, MONEDA, 25-M
