SEGUNDA PARTE.

       X.

  Entre tanto al Covadonga
¿Qué suerte habia tocado?
Ya hemos visto como pudo,
Hábilmente gobernando,
Evitar en la bahía
Ser tambien acorralado;
I poniendo proa al sur
Maniobraba procurando
No disminuir la distancia
Por no ser espoloneado.
Pero su andar era lento,
Pues estaba agujereado
Con el balazo del Huáscar
Que le habia traspasado,
Al principio del combate,
En los primeros disparos:
Para poderse salvar
Necesitaba un milagro.
Sin embargo, el bravo Condell
De improviso iluminado
De una idea salvadora
Que Dios le habia inspirado,
I que solo consistia
En buscar siempre los bajos
I ver si al buque enemigo
Se conseguia encallarlo;
Puso por obra al momento,
Audazmente secundado,
Por Orella su segundo,
Este plan desesperado,
I sin perder un instante
Huyendo, pero sondeando,
Desafiaba al enemigo
Con irritantes sarcasmos,
I gritando ¡Viva Chile!
Con indecible entusiasmo
Contestaba bravamente
A los fuegos del blindado
Disparando con sus rifles
Un fuego vivo i graneado,
Que diezmaba horriblemente
Los artilleros peruanos.

       XI

  Así, por algunas millas,
Ambos buques navegaron;
Covadonga perseguido
I persiguiendo el blindado.
Los comandantes veian
Desde sus puestos parados
Sus movimientos, i oian
Aun sus voces de mando,
I hasta tiros de revólver
Pudieron haber cambiado,
Tan corta era la distancia
Porque estaban separados.
Para el buque perseguido
El momento era apurado
Pues aun hasta de tierra
A hacerle fuego llegaron,
Mas él sin amedrentarse
Contestaba estos disparos.
De repente, el bravo Condell
Sintio como que su barco
Rozaba algo en el fondo
Con su quilla, i en el acto
Creyó llegado el momento
Que tanto habia deseado.
Redoblando su enerjía
Siguió siempre provocando
Las fúrias del enemigo
Con sus valientes soldados.
Hubo un audaz marinero
Que en el aire tremolando
Dos banderas tricolores.
Les gritaba a los peruanos:
«¡Son ustedes unos cobardes,
Traicioneros i villanos!”
Ademas, desde las cofas
El atrevido Juan Bravo,
Disparaba con su rifle
Causando muchos estragos
En los cabos de cañones
Del enemigo gritando:
«¡Viva Chile! cayó otro
De esos inmundos peruanos!”
Con tales provocaciones
El enemigo cegado
Por la rabia, se lanzó
Furioso i desesperado
Hácia el débil Covadonga
Para en el mar sepultarlo.
De repente… un choque horrible
Hizo crujir al blindado
I… la previsión de Condell
Se habia al fin realizado:
La terrible Independencia
Contra una roca chocando
En Punta Gruesa su tumba
Habia al fin encontrado.

       XII.

  Lijero como un corcel
El Covadonga virando
Vuelve sobre el enemigo
I le sigue disparando
Con certeras punterias
Que introducen tal espanto
En los del buque perdido,
Que empiezan a echarse a nado.
Fué entónces cuando rendidos
Ya, por fin, se confesaron:
Luego, arriando su bandera,
La de parlamento izaron,
Pidiendo de viva voz
Moore a Condell, que en el acto
Mandara a bordo sus botes
Para su buque entregarlo.
Pero Condell preveia
Que el Huáscar en poco rato
Llegaria i… ¡pobre de él
Cuando encontrara varado
I perdido para siempre
Al sosten de los peruanos!
Hizo, pues, rumbo hácia el sur
I partió en Dios confiado.
Ya era tiempo, pues el Huáscar
Veloz venia llegando
I en unos pocos minutos
Quedó pronto cerciorado
De la catástrofe horrible
Que ahí se habia efectuado.
Creia el coloso hallar
Al Covadonga apresado
I se encuentra con que ha sido
Su compañero el varado.
Precipitado i furioso
Socorre pronto a los náufragos,
Incendia a su compañera,
I lijero como un rayo
Se lanza en perseguimiento
Del Covadonga en el acto.
Fué ya tarde, pues la noche,
Que se venia acercando,
Favoreció al perseguido
Que, haciendo agua i averiado,
Llegó al fin a Tocopilla
En donde ya quedó en salvo.

       XIII.

  Tal fué el fin desta jornada
De terribles consecuencias.
Para el Perú, i para Chile
De inmarcesible grandeza.
Un puñado de valientes
Con su increible entereza
Han dejado en nuestra historia,
Con letras de oro impresa,
La pájina mas sublime
Que en sus anales se encuentra.
¡A ellos, pues, tributemos
Gratitud i gloria eterna,
I que esa pléyade ilustre
De héroes, benditos sean!

       José Epitacio Soto.

IMP. DEL MERCURIO — 1880.

Ver lira completa

PRIMERA PARTE.

       I.

  El diez i siete de mayo
Por órdenes del gobierno
(O acaso del almirante
Que en esto no hai punto cierto)
Zarpa de Iquique la escuadra
Dejando solo en el puerto
La Esmeralda i Covadonga
Que sostengan el bloqueo.
Quedan solos i tranquilos
Estos dos buques jemelos
Que hermanos inseparables
En el Papudo se hicieron:
Sus bizarros comandantes,
Prat i Condell, prometieron
Al almirante cumplir
Su deber como chilenos.

       II.

  Pasáronse cuatro dias
Vijilando con esmero,
La Esmeralda voltejeando
Mui cerca del fondeadero
Miéntras que la Covadonga
Cruzaba lejana al puerto.
La mañana del veintiuno
Tranquilos amanecieron,
Sin sospechar que aquel dia
En un combate sangriento
Sus vidas en holocausto
De la patria, muchos dellos
Rendirian, asombrando
Al mundo con su denuedo.
A las seis de la mañana,
Cuando en el limpido cielo
Iluminaba el crepúsculo
Los horizontes serenos,
Como un punto imperceptible
Divisaron a lo léjos
Dos humos que por el norte
Hacian rumbo hácia ellos.
Que eran dos grandes vapores
Al momento conocieron,
I la Covadonga entónces
Que vijilaba en su puesto
Al instante se dirije
Lijera a reconocerlos.
Poco tardó en convencerse
Que eran enemigos nuestros:
La Independencia i el Huáscar,
Ellos eran…… nada ménos.

       III.

  La Esmeralda i Covadonga
Pronto se ponen de acuerdo
I sus bravos capitanes
En el peligro, serenos,
Procuran conferenciar
En el instante supremo:
I como Prat era el jefe
Del bloqueo, en el momento
Condell se acerca hácia él
I le pregunta: ¿qué hacemos
Pero Prat sin contestarle
Le pregunta lo primero:
“¿Ha almorzado la tropa?
I ya una vez satisfecho
De que habian almorzado,
Prosigue con voz de trueno:
“¡Cumplir con nuestro deber
Eso será lo que haremos;
Hemos sido sorprendidos
I seguridad tenemos
De morir, ¡pues bien, muramos!
Pero será combatiendo.”
Tales fueron las palabras
De aquel ilustre guerrero,
Que ántes que arriar su bandera
Prefirió morir primero……

       IV.

  En tanto que Prat i Condell
Entre ellos conferenciaban
Los dos formidables buques
Hácia ellos avanzaban,
I de la lucha sangrienta
El momento se acercaba;
Era ya, pues, necesario
Aprestarse a la batalla.
Entónces Condell cumpliendo
Con las órdenes tomadas
Prepárase en su goleta
A vender su vida cara,
Porque ya la Independencia
Hácia ellos se acercaba.
En el mismo instante Prat,
En su querida Esmeralda,
Reune a sus compañeros
I con voz tranquila i clara
Dice a los suyos: “Muchachos:
Tenemos ahí la escuadra
Del formidable enemigo
Que nos presenta batalla;
La lucha es mui desigual
Pero es preciso aceptarla,
I esta bandera querida
Que jamas ha sido arriada
No seremos, pues, nosotros
Los primeros en mancillarla;
I si en medio del combate
Veis que la vida me falta
Seguid siempre defendiendo
La honra de nuestra patria!”
Dice, i apénas habia
Pronunciado estas palabras
Por entre las dos barquillas
Pasa silvando una bala.
Este primer estampido
De la enemiga metralla,
Con sonoros ¡Viva Chile!
Pue al instante saludada.

       V.

  Eran en ese momento
Las ocho de la mañana,
Hora en que se dió comienzo
A la lucha encarnizada
Que sostienen dos corbetas
Pequeñas i maltratadas,
Con los dos fuertes blindados
De la marina peruana,
Los cuales como dos fieras
Ansiosas de presa asaltan
A las dos pequeñas naves
Que tranquilas le aguardaban.
El Huáscar rompe sus fuegos
Sobre la heróica Esmeralda
Miéntras que la Independencia
Al Covadonga acediaba
Con un fuego tan nutrido
Que destruirla amenazaba;
Pero el bravo comandante
Hábilmente gobernaba,
Pegándose hácia la costa
Batiéndose en retirada,
Con lo cual logró por fin
Separarse de la rada.
La Esmeralda, miéntras tanto,
Sin descanso contestaba
Los fuegos del enemigo,
Aunque sus pequeñas balas
La coraza del coloso
Apénas, sí, rasmillaban.
El enemigo a su vez
Con sus terribles metrallas
Nuestra querida reliquia
Sin piedad agujereaba,
I barrian su cubierta
Matando cuanto encontraban;
Mas, nuestros bravos por eso
Ni un instante desmayaban;
Al contrario, se batian
I doblaban su pujanza
Miéntras mas recrudecia
Aquella horrible matanza.
Hubo un momento de lucha
Aun mas desesperada,
Pues al acercarse a tierra
Para lograr que las balas
Del enemigo alcanzasen
A ofender los de la playa,
Los de tierra hicieron fuego
Con cañones de montaña
Matando tres individuos
E hiriendo a quien no mataban.
Pero la gloriosa nave
Entre dos fuegos tomada
Al Huáscar i los de tierra
A la vez les contestaba;
Pues parece que su ardor
Al fragor de la batalla,
Como el tigre acorralado
Su valor centuplicaba.

       VI

  Dos horas han ya pasado
En tan desigual batalla,
I el enemigo impaciente
De resistencia tan larga
Se prepara furibundo
A dar el golpe de gracia:
Con su terrible espolon
A toda fuerza de máquina
Se lanza hácia la corbeta
Para en el mar sepultarla.
Entónces Prat que tranquilo
De la toldilla observaba
Los menores movimientos.
Del monitor, se prepara
Para esquivar aquel choque,
Al mismo tiempo en su alma
Cruza la idea terrible
I a la vez desesperada,
De saltar al abordaje
Con su jente preparada,
Tomando, si era posible,
Con aquel golpo de audacia
Posesion de aquel blindado
Que hácia ellos fiero avanza;
Mas esta idea a los suyos
No puede comunicarla;
Pues apénas concebia
Esta empresa temeraria
El Huáscar con rapidez
Puso proa a la Esmeralda
I su espolon vino a herirla
Junto al palo de mesana,
Al costado de babor,
I al mismo tiempo descarga
Los cañones de su torre,
Que casi a boca de jarra
Causan terribles estragos
Con mortiferas granadas.
Pero la ocasion suprema
Que Prat tranquilo esperaba
Al juntarse las dos naves
Creyó ya era llegada,
I con voz de trueno grita
Blandiendo en la mano el hacha:
“¡Muchachos, al abordaje!
I como el rayo se lanza
Sobre la férrea cubierta
Desafiando con su espada
Las iras del enemigo
Que impertérrito buscaba
Para batirse con él
Cuerpo a cuerpo i sin ventaja;
Mas, los cobardes peruanos
Que traidoramente asaltan,
Huyen a favorecerse
Tras de coraza acerada.
Solo el teniende Velarde
Que junto a la torre estaba,
Es el único que encuentra
I en el instante lo mata;
I sigue buscando airado,
Centellante la mirada,
Con el semblante zañudo
I la melena erizada,
Arrogantes enemigos
Con quienes medir su espada,
I… ¡ai! del Huáscar si al jigante
De los suyos le acompañan
Treinta soldados siquiera!…
Pero quiso la desgracia
Que su voz no fuera oida,
I que con él abordaran
Solo Aldea i otro mas
Que mas cerca se encontraban.

       VII.

Repuestos los enemigos
Del terror que les causara
Aquel arrojo increible
Que por cierto no soñaban;
I viendo por otra parte
Que los que lo provocaban
Solo eran tres… al instante
En tropel todos disparan
Sobre los héroes que caen
Muertos con esta descarga.
El primero que sucumbe
  En la cubierta del Huáscar,
Es el bravo de los bravos,
El héroe augusto i sin tacha,
Que ni aun despues de muerto
Queria rendir su espada;
Para poder obtenerla.
Fué necesario arrancarla,
Abriendo dedo por dedo
Aquella mano crispada!……………

       VIII.

  De la Esmeralda esta escena
Asombrados presenciaban,
I con profunda emocion
Todos a la vez juraban
Vengar a Prat, o morir
Como héroes en la jornada
I en efecto, aquel combate
Que ya tres horas duraba,
Se hizo mas terrible aun
A medida que aumentaba
La efervescencia en la sangre,
La emulación en el alma:
Todos a la vez querian
Ser héroes, i se lanzaban
A disparar los cañones
Cuando artilleros faltaban.
Entre tanto el enemigo
Airado se preparaba
Para acabar de una vez
De sumerjir en el agua
Aquel puñado de leones
Cuyo valor le irritaba;
Desde unos seiscientos metros
Mas o ménos de distancia
Arremetió con su ariete
A la débil Esmeralda:
Aunque el capitan Uribe
Que el buque entónces mandaba,
Quiso evitar aquel choque,
Como el buque ya no andaba
Por la amura de estribor
Recibió la otra pechada.
Fué entónces cuando Serrano
Que en el castillo se hallaba,
Con doce soldados mas.
Saltó a la proa del Huáscar;
Mas el heróico teniente
I sus compañeros de armas
Perecieron prontamente
Por mortiferas metrallas
Que de la torre i la popa
Sin interrupcion lanzaban.
En esos mismos instantes
El buque estaba haciendo agua
Inundando prontamente
La terrible Santa Bárbara;
La máquina al mismo tiempo,
Estaba toda anegada,
Sus calderos apagados,
I por fin…… no funcionaba.
Era ya el buque una boya
Que sobre el agua flotaba
Al capricho de las olas,
I sin embargo….. tronaban
Todavía los cañones
Que los cabos disparaban.
I batiéndose seguian,
I los instantes pasaban,
I la sangrienta hecatombe
Hora por hora aumentaba;
I los mismos enemigos,
Que desde tierra miraban
Aquella lucha imposible,
Se asegura que esclamaban
“¡Qué hombres estos, ¡oiga Ud!
Que jamas rinden su espada!”

       IX.

  Ya, por fin, la hora suprema
Por instantes se acercaba
I aquel sangriento combate
Que cuatro horas duraba
Debia pronto concluir;
Porque la nave atacada
Casi estaba totalmente
Por completo destrozada:
Un último espolonazo
I.. ¡adios querida Esmeralda!
Así sucedió, en efecto,
Pues el coloso se lanza
Sobre la débil barquilla
Que a resistir ya no alcanza
La fuerza de su espolon,
I… en el mar es sepultada.
Pero entónces, todavía
Sus héroes viven, i exhalan
Un último ¡Viva Chile!
I al mismo tiempo dispara
El denodado Riquelme
Una postrimera salva,
Cuyos ecos repercuten
Las montañas mas cercanas,
I que son los funerales
Que a la nave capitana
El audaz guardia marina
Le hace, fija la mirada
En el tricolor hermoso
Que, en el palo de mesana,
Es el último en hundirse
En las ondas azuladas.

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CAPTURA DE LA PILCOMAYO
POR
EL BLANCO ENCALADA

De los nuestros se reían
Los peruanos con su alarde
I nos llamaban cobardes
I canalla envilecida.

I
Los petulantes peruanos
Nos provocaron la guerra
Porque tenian en tierra
Gran número de soldados.
En el mar bien resguardados
Por su escuadra se creian,
I tanta bulla metían
Con sus buques poderosos
Que llamándonos rotosos
De los nuestros se reian

II

Sin embargo el eruel destino
Se ha mofado de sus risas
I ya su escuadra hecha trizas
En poder nuestro ha caido.
Dios i el valor increido
De los marinos mas tarde
Se ha encargado de probarles
Que los soldados chilenos
No les causaban gran miedo
Los peruanos con su alarde.

III

Mediante la resistencia
I el coraje sin segundo
De Prat, Condell i los suyos
Sucumbe la Independencia.
Del Huascar la omnipotencia
Humillaron nuestras naves
I sin pérdidas mui grandes
Ante Latorre i Rivero
Se rinden los peruleros
I nos llamaban cobardes!

IV

La Pilcomayo i su jente
Sin resistencia mui larga
Ha sido, al fin capturada
Por el Blanco últimamente.
¿I esos supuestos valientes
Héroes por fuerza i de un dia
Pretenderán todavia
Vencer a un chileno solo?
¡Jamás podránlo esos cholos
I canalla envilecida!

V

El mas brillante hecho de armas
Del heroismo peruano
Fué de que a la Pilcomayo
Procuraron incendiarla;
Pero al mismo tiempo arriaban
Con su bandera, i Ferreiros
Se declara prisionero
Con ciento ochenta VALIENTES
Que sin perder un grumete
Tiritando se rindieron.


El mas brillante hecho de armas
Del heroismo peruano
Fué de que a la Pilcomayo
Procuraron incendiarla;
Pero al mismo tiempo arriaban
Con su bandera, i Ferreiros
Se declara prisionero
Con ciento ochenta VALIENTES
Que sin perder un grumete
Tiritando se rindieron.

J. E. Soto.

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GRAN COMBATE
EN AGUA SANTA
POR 6,000 CHILENOS
Contra 11000, enemigos.

Seis mil chilenos se baten
Contra once mil enemigos
I el triunfo por muestra parte
Por demás brillante ha sido.

I

En Agua Santa otra vez
La noche del diez i nueve
El enemigo pretende
Nuestras tropas sorprender;
Pero los nuestros al ver
Un ejército delante,
Se prepáran al instante
Para un combate terrible,
I al grito de ¡Viva Chilel
Seis mil chilenos se baten.

II

El impertérrito Escala
Dirije bien sus soldados,
I éstos, siempre denodados
Nadie en valor les iguala.
Qué les importan las balas
Ni el fuego horrible i nutrido
De un ejército aguerrido
Por numeroso que sea…?
Son chilenos, i pelean
Contra once mil enemigos!

III

La valiente artilleria
Por Velazquez comandada
Es tres veces atacada
Por gruesas caballerias;
Mas tres veces repelidas
Fueron tambien al instante,
I con pérdidas bastantes
El campamento han dejado
De cadáveres sembrado
I el triunfo por nuestra parte.

IV

El batallón Atacama
Adquiere una nueva gloria
Ayudando a la victoria
Con su entereza de alma
I soldados que tal fama
Tan pronto se han adquirido
Jamas pueden ser vencidos;
Por eso, el triunfo presente!
Que nos dan nuestros valientes,
Por demas brillante ha sido.

V

Por último en la batalla
Mas de cien bajas tenemos;
Pero en cambio hai prisioneros
Un jeneral de brigada
I otros jefes mas que se hayan
Heridos en poder nuestro;
I centenares de muertos
Del ejército enemigo
Son elocuentes testigos
De nuestro triunfo completo.

J. E. Soto.

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ROMANCE ILUSTRADO
Sobre el combate naval de Iquique el 21 de Mayo de 1879

PRIMERA PARTE

I

El diez i siete de mayo
Por órdenes del gobierno
(O acaso del almirante
Que en esto no hai punto cierto)
Zarpa de Iquique la escuadra
Dejando solo en el puerto
La Esmeralda i Covadonga
Que sostengan el bloqueo.
Quedan solos i tranquilos
Estos dos buques jemelos
Que hermanos inseparables
En el Papudo se hicieron:
Sus bizarros comandantes,
Prat i Condell, prometieron
Al almirante cumplir
Su deber como chilenos,

II

Pasáronse cuatro dias
Vijilando con esmero,
La Esmeralda voltejeando
Mui cerca del fondeadero
Mientras que la Covadonga
Cruzaba lejana al puerto
La mañana del veintiuno
Tranquilos amanecieron,
Sin sospechar que aquel dia
 En un combate sangriento
Sus vidas en holocausto
De la patria, muchos dellos
Rendirian, asombrando
Al mundo con su denuedo.
A las seis de la mañana,
Cuando en el límpido cielo
Iluminaba el crepúsculo
Los horizontes serenos,
Como un punto imperceptible
Divisaron a lo léjos
Dos humos que por el norte
Hacian rumbo hácia ellos.
Que eran dos grandes vapores
Al momento conocieron
I la Covadonga entónces
Que vijilaba en su puesto
Al instante se dirije
Lijera a reconocerlos
Poco tardó en convencerse
Que eran enemigos nuestros:
La Independencia i el Huáscar,
Ellos erán…… nada ménos.

III

La Esmeralda i Covadonga
Pronto se ponen de acuerdo,
I sus bravos capitanes
En el peligro, serenos,
Procuran conferenciar
En el instante supremo:
Mas como Prat era el jefe
De la escuadrilla, al momento
Condell se acerca hácia él
I le pregunta: ¿qué hacemos?
Pero Prat sin contestarle
Le pregunta lo primero;
“¿Ha almorzado la tropa?”
I ya una vez satisfecho
De quehabián almorzado,
Prosigue con voz de trueno:
“¡Cumplir con nuestro deber
Eso será lo que haremos;
Hemos sido sorprendidos
I seguridad tenemos
De morir, ¡pues bien, muramos!
Pero será combatiendo!”
Tales fueron las palabras
De aquel ilustre guerrero,
Que ántes que arriar su bandera
Quiso ántes morir primero……
¡Morir, ai! cuando apénas
De la vida sus ensueños
Comenzaba a disfrutar,
Dilatando el pensamiento
En horizontes sin fin
De amor i delicias llenos!
¡Morir, dejando en el mundo
Seres queridos i tiernos
I que acaso por su muerte
Llorando en amargo duelo
Vivirian infelices
En profundo desconsuelo!
Morir, cuando en el hogar
Le esperaban con anhelo
Dos ánjeles que aguardaban
Impacientes su regreso
Para dormir en sus brazos
Arrullados con sus besos!
¡Morir, pudiendo salvar
Dejando su honor ileso,
Puesto que en lucha imposible
No se degrada el guerrero
Que ha rendido su bandera
Cuando la defensa es sueño!
Morir, en fin, sin tener
Ni aun siquiera el consuelo
De bendecir a sus hijos
En el instante supremo!…..
¡Morir, sí, prefirió Prat,
Porque el soldado chileno
Es del valiente espartano
Un esacto i fiel remedo:
Que, o triunfa del enemigo,
O sucumbe combatiendo!

IV

En tanto que Prat i Condell
Entre ellos conferenciaban
Los dos formidables buques
Hácia ellos avanzaban,
I de la lucha sangrienta
El momento se acercaba;
Era ya, pues, necesario
Aprestarse a la batalla.
Entónces Condell cumpliendo
Con las órdenes tomadas
Prepárase en su goleta
A vender su vida cara,
Porque ya la Independencia
Hácia ellos se acercaba.
En el mismo instante Prat
En su querida Esmeralda
Reune a sus compañeros.
I con voz tranquila i clara
Dice a los suyos: “¡Muchachos:
Tenemos ahí la escuadra
Del formidable enemigo
Que nos presenta batalla;
La lucha es mui desigual
Pero es preciso aceptarla,
I esta bandera querida
Que jamas ha sido arriada
No seremos, pues, nosotros
Los primeoó en mansillarla;
I si en medio del combate
Veis que la vida me falta
Seguid siempre defendiendo
a honra de nuestra patria!”
Dice, i apénas habia
Pronunciado estas palabras
Por entre las dos barquillas
Pasa silvando una bala.
Este primer estampido
De la enemiga metralla,
Con sonoros ¡Viva Chilel
Fué al instante saludada.

V

Eran en ese momento
Las ocho de la mañaña,
Hora en que se dió comienzo
A la lucha encarnizada
Que sostienen dos corbetas
Pequeñas i maltratadas,
Con los dos fuertes blindados
De la marina peruana,
Los cuales como dos fieras
Ansiosas de presa asaltan
A las dos pequeñas naves
Que tranquilas le aguardaban.
El Huáscar rompe sus fuegos
Sobre la heróica Esmeralda
Mientras que la Independencia
Al Covadonga acediaba
Con un fuego tan nutrido
Que destruirla amenazaba;
Pero el bravo comandante
Hábilmente gobernaba,
Pegándose hácia la costa
Batiéndose en retirada,
Con lo cual logró por fin
Separarse de la rada.
La Esmeralda, mientras tanto,
Sin descanso contestaba
Los fuegos del enemigo,
Aunque sus pequeñas balas
La córaza del coloso
Apénas, sí, rasmillaban.
El enemigo a su vez
Con sus terribles metrallas
Nuestra querida reliquia
Sin piedad agujereaba
I barrian su cubierta
Matando cuánto encontraban;
Mas, nuestros bravos por eso
Ni un instante desmayaban
Al contrario, se batian
I doblaban su pujanza
Mientras mas recrudecia
Aquella horrible matanza.
Hubo un momento de lucha
Aun mas desesperada,
Pues al acercarse a tierra
Para lograr que las balas
Del enemigo alcansacen
A ofender los de la playa,
Los de tierra hicieron fuego
Con cañones de montaña
Matando tres individuos
E hiriendo a quien no mataban.
Pero la gloriosa nave
Entre dos fuegos tomada
Al Huáscar i los de tierra
A la véz les contestaba;
Pues parece que su ardor
Al fragor de la batalla,
Comó el tigre acorralado
Su valor centuplicaba.

VI

Dos horas han ya pasado
En tan desigual batalla,
I el enemigo impaciente
De resistencia tan larga
Se prepara furibundo
Adar el golne de gracia:
Con su terrible espolon
A toda fuerza de máquina
Se lanza hácia la corbeta
Para en el mar sepultarla.
Entónces Prat que tranquilo
De la toldilla observaba
Los menores movimientos
Del monitor, se prepara
Para esquivar aquel choque,
Al mismo tiempo en su alma
Cruza la idea terrible
I a la vez desesperada,
De saltar al abordaje
Con su jente preparada,
Tomando, si era posible,
Con aquel golpe de audacia
Pocesión de aquel blindado
Pue hácia ellos fiero avanza;
Mas esta idea a los suyos
No puede comunicarla;
Pues apénas concebía
Esta empresa temeraria
El Huáscar con rapidez
Puso proa a la Esmeralda
I su espolon vino a herirla
Junto al palo de mesana,
Al costado de babor,
I al mismo tiempo descarga
Los cañones de su torre,
Que casi a boca de jarra
Causan terribles estragos
Con mortíferas granadas.
Pero la ocasion suprema
Que Prat tranquilo esperaba
Al juntarse las dos naves
Creyó ya era llegada,
I con voz de trueno grita
Blandiendo en la maño el hacha:
“¡Muchachos, al abordaje!”
I como el rayo se lanza
Sobre la férrea cubierta
Desafiando con su espada
Las iras del enemigo
Que impertérrito buscaba
Para batirse con él
Cuerpo a cuerpo i sin ventaja;
Mas, los cobardes peruanos
Que traidoramente asaltan,
Huyen a favorecerse
Tras de coraza acerada.
Solo el teniente Velarde
Que iunto a la torre estaba,
Es el único que encuentra
I en el instante lo mata;
I sigue buscando airado,
Centellante la mirada,
Con el semblante zañudo
I la melena erizada,
Arrogantes enemigos
Con quienes medir su espada,
I… ¡ai! del Huáscar si al jigante
De los suyos le acompañan
Treinta soldados siquiera!……
Pero quiso la desgracia
Que sú voz no fuera oida,
I que con él abordaran
Solo Aldea i otro mas
Que mas cerca de él estaban.

VII

Repuestos los enemigos
Del terror que les causara
Aquel arrojo increible
Que por cierto no soñaban;
I viendo por otra parte
Que los que los provocaban
Solo eran tres…… al instante
En tropel todos disparan
Sobre los héroes que caen
Muertos con esta descarga.
El primero que sucumbe
En la cubierta del Huáscar,
Es el bravo de los bravos
El héroe augusto i sin tacha,
Que ni aun despues de muerto
Queria rendir su espada;
Para poder obtenerla
Fué necesario arrancarla,
Abriendo dedo por dedo
Aquella mano crispada!……

VIII

De la Esmeralda esta escena
Asombrados presenciaban,
I con profunda emosión
Todos a la vez juraban
Vengar a Prat, o morir
Como héroes en la jornada
I en efecto, aquel combate
Que ya tres horas duraba,
Se hizo mas terrible aun
A medida que aumentaba
La esfervescencia en la sangre,
La emulación en el alma:
Todos a la vez querian
Ser héroes, i se lanzaban
A disparar los cañones
Cuando artilleros faltaban
Entre tanto el enemigo
Airado se preparaba
Para acabar de una vez
De sumerjir en el agua
Aquel puñado de leones
Cuyo valor le irritaba;
Desde unos seiscientos metros
Mas o ménos de distancia
Arremetió con su ariete
A la débil Esmeralda
Aunque el capitan Uribe
Que el buque entónces mandaba,
Quiso evitar aquel choque
Como el buque ya no andaba
Por la amura de estribor
Recibió la otra pechada
Fué entónces cuando Serrano
Que en el castillo se hallaba,
Con doce soldados mas
Saltó a la proa del Huáscar
Mas el heróico teniente
I sus compañeros de armas
Perecieron prontamente
Por mortiferas metrallas
Que de la torre i la popa
Sin interrupción lanzaban
En esos mismos instantes
El buque estaba haciendo agua
Inundando prontamente
Ta terrible Santa Bárbara;
La máquina al mismo tiempo,
Estaba toda anegada,
Sus calderos apagados,
I por fin…… no funcionaba.
Era ya el buque una boya
Que sobre el agua flotaba
Al capricho de las olas,
I sin embargo…… tronaban
Todavía los cañones
Que los cabos disparaban……
I batiéndose seguian,
I los instantes pasaban,
I la sangrienta hecatombe
Hora por hora aumentaba;
I los mismos enemigos,
Que desde tierra miraban
Aquella lucha imposible,
Atónitos esclamaban:
«¡Qué hombres estos, Dios Santo,
Que jamas rinden su espadal!”

IX

Ya, por fin, la hora suprema
Por instantes se acercaba
I aquel sangriento combate
Que cuatro hóras duraba
Debia pronto concluir;
Porque la nave atacada
Casi estaba totalmente
Por completo destrozada:
Un último espolonazo
I…… ¡adios, querida Esmeralda!
Así sucedió, en efecto,
Pues el coloso se lauza
Sobre la débil barquilla
Que a resistir ya no alcanza
La fuerza de su espolon,
L…… en el mar es sepultada……
Pero entónces, todavía
Sus héroes viven, i lanzan
Un último ¡Viva Chile!
I al mismo tiempo dispara
El denodado Riquelme
Una postrimera salva,
Cuyos ecos repercuten
Las montañas mas cercanas,
I que son los funerales
Que a la nave capitana
El audaz guardia marina
Le hace, fija la mirada
En el tricolor hermoso
Que, en el palo de mesana,
Es el último en hundirse
En las ondas azuladas.

SEGUNDA PARTE

X

Entre tanto al Covadonga
¿Qué suerte habia tocado?
Ya hemos visto como pudo,
Hábilmente  gobernando
Evitar en la bahía
Ser tambien acorralado;
I poniendo proa al sur
Maniobraba procurando
No disminuir la distancia
Por no ser espoloneado.
Pero su andar era lento,
Puestestaba agujereado
Con el balazo del Huáscar
Que le habia traspasado,
Al principio del combate,
En los primeros disparos:
Para poderse salvar
Necesitaba un milagro.
Sin embargo, el bravo Condell
De improviso iluminado
De una idea salvadora
Que Dios le habia inspirado,
I que solo consistía
En buscar siempre los bajos
I ver si al buque enemigo
Se conseguia encallarlo;
Puso por obra al momento,
Audazmente secundado
Por Orella, su segundo,
Este plan desesperado
I sin perder un instante
Huyendo, pero sondeando,
Desafiaba al enemigo
Con irritante sarcasmo,
I gritando  ¡Viva Chile!
Con indecible entusiasmo
Contestaba bravamente
A los fuegos del blindado
Disparando con sus rifles
Un fuego vivo i graneado,
Que diezmaba horriblemente
Los artilleros peruanos.

XI

Así, por algunas millas
Ambos, buques navegaron
Covadonga perseguido
I persiguiendo el blindado
Los comandantes veian
Desde sus puestos parados
Sus movimientos, i oian
Aun sus voces de mando
I hasta tiros de revólver
Pudieron haber cambiado,
Tan corta era la distancia
Porque estaban separados
Para el buque perseguido
El momento era apurado,
Pues aun hasta de tierra
A hacerle fuego llegaron,
Mas él sin amedrentarse
Contestaba estos disparos.
De repente el bravo Condell
Rozaba algo en el fondo
Con su quilla, i en el acto
Creyó llegado el momento
Que tanto habia deseado,
Redoblando su enerjía
Siguió siempre provocando
Las fúrias del enemigo
Con sus valientes soldados.
Hubo un audaz marinero
Que en el aire tremolando
Dos banderas tricolores
Les gritaba a los peruanos
«¡Son ustedes unos cobardes,
Traicioneros i villanos!”
Ademas desde las cofas
El atrevido Juan Bravo,
Disparaba con su rifle
Causando muchos estragos
Fn los cabos de cañones
Del enemigo, gritando:
“¡Viva Chile! cayó otro
De esos inmundos peruanos!”
Con tales provocaciones
El enemigo cegado
Por la rábia, se lanzó
Furioso i desesperado
Hácia el débil Covadonga
Para en el mar sepultarlo.
De repente…… un choque horrible
Hizo crujir al blindado,
I…… la previsión de Condell
Se habia al fin realizado.
La terrible Independencia
Contra una roca chocando
En Punta Gruesa, su tumba,
Habia al fin encontrado.

XII

Lijero como un corcel
El Covadonga virando
Vuelve sobre el enemigo
I le sigue disparando
Con certeras punterías
Que introducen el espanto
En los del buque perdido,
I empiezan a echarse a nado.
Fué entonces cuando rendidos
Ya, por fin, se confesaron:
Luego arriando su bandera
La de parlamento izaron,
Pidiendo de viva voz
Moore a Condell, que en el acto
Mandára a bordo sus botes
Para su buque entregarlo.
Pero Condell preveía
Que el Huáscar en poco rato
Llegaría i…… ¡pobre de él
Cuando encontrara varado
I perdido para siempre
Al sosten de los peruanos!
Hizo, pues, rumbo hácia el sur,
I partió en Dios confiado.
I se encuentra con que ha sido
Su compañero el barado.
Precipitado i furioso
Socorre pronto a los náufragos,
Incendia a su compañera
I lijero como un rayo
Se lanza en perseguimiento
Del Covadonga en el acto
Fué ya tarde, pues la noche
Que se venia acercando
Favoreció al perseguido
Que haciendo agua i averiado
Llegó al fin a Tocopilla,
En dónde ya quedó en salyo.

XIII

Tal fué el fin desta jornada
De terribles consecuencias
Para el Perú, i para Chile
De inmarsecible grandeza.
Un puñado de valientes
Con su increibie entereza
Han dejado en nuestra historia;
Con letras de oro impresa
La pájina mas sublime
Que en sus anales se encuentra.
A ellos, pues, tributemos
Gratitud i gloria eterna
I que esa pléyade ilustre
De héroes, benditos sean!.

FIN.

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DEDICATORIA
A la Sra. Carmela Carvajal v. de Prat

Perdonad, noble señora, si el quebranto
De vuestro amante corazón renuevo,
I si en las notas discordes de mi canto
Quizá un nuevo dolor al alma os llevo;

Es tan grande, tan noble, tan heróica
La sublime abnegación de Arturo Prat,
Que el alma entusiasmada encuentra poca
La gloria que al valiente el mundo dá.

Yo quisiera, señora, que mi lira
En los pueblos del orbe resonara,
I que en trovas entusiastas i sentidas
La epopeya de Iquique se cantara

Quisiera.. pero ¡ai! que no se atreve
Mi pluma a bosquejar aquel jigante,
I solo vacilante se resuelve
A dedicar a la esposa este romance.

José Epitacio Soto.

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