LA EJECUCION DEL REO BELARMINO
A LAS NUEVE DEL DIA

    EL INFELIZ BELARMINO
AL PATÍBULO MARCHÓ.
A LAS NUEVE EN PUNTO EL REO
EN EL BANCO SE SENTÓ.

Para el triste desgraciado
Ya sonó la hora fatal.
De la iglesia, el criminal
Por dos padres auxiliado
Salió para ser llevado
Adonde su cruel destino
Lo conduce en su camino
Y con grillos que le oprimen
Marcha, pues, a espiar su crimen
EL INFELIZ BELARMINO!

    Con mirada altiva y dura,
Con firme y seguro tranco
Váse aproximando al banco
Con la mayor compostura!
Ni un indicio de amargura
En su semblante se vió!
Y bastante me asombró
Tan ruda serenidad,
Y en esta conformidad
AL PATIBULO MARCHÓ.

    Cuando entró al patio en el cual
Se hallaba armado el piquete,
Medio lo vió de ganchete
Y siguió como que tal!
Allí no dió ni señal
De sufrir algún mareo,
Aun parece que recreo
Tuvo al ver sus tiradores……
Y llegó al banco, lectores,
A LAS NUEVE EN PUNTO EL REO.

    Y ante aquel feroz madero
Que sólo el verlo horripila,
Ponce, con pausa tranquila
Y jesto un tanto severo:—
«Dijo voi a morir, pero
A todos les ruego yo
Que me perdonen, y no
Me odien como a un ruin malvado;
Diciendo esto, el acusado
EN EL BANCO SE SENTÓ.

    Ya lo que estuvo sentado,
Con una venda en la vista
Por un hábil retratista
El preso fué retratado,
Después, el piquete armado
Con pulso, firme y buen tino
Al pecho del asesino
Sus fusiles apuntó….
Y a una descarga espiró
El famoso Belarmino!

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UN REMITIDO DE DESPEDIDA DEL
REO PONCE A SUS AMIGOS DE AYER.

    A LOS AMIGOS QUE HAN SIDO
DE ESTE INFELIZ CRIMINAL:
ANTES DEL TRANSE FATAL
¡QUE ME PERDONEN LES PIDO!»

    «A los que ántes se han llamado,
Por afecto; amigos mios,
Pero que hoi, por mis desvios
Su amistad me han retirado,
Les dirijo, contristado,
Este humilde remitido,
Que creo un deber cumplido,
Timbre de fidelidad
Que me ordena la amistad
A LOS AMIGOS QUE HAN SIDO.»

    «Me entregó mi mala estrella,
En brazos de una mujer
Que adoré a mas no poder,
Sin que fuera hermosa y bella,
Si no por tener por ella
Una pasión sin igual
Pero que infame, y desleal
Me traicionó. Y por tal hecho,
¡La venganza hirvió en el pecho
DE ESTE INFELIZ CRIMINAL!»

    »Y una noche, a la infelice,
Sin embarazo ni estorbo
Con un afilado corvo
Su cuerpo mil tiras hice;
Por que no pude ni quise
Ser hombre recto y formal
Dándole a la tal por cual
Por toda pena—el desprecio
Que es el castigo mas récio.…
…¡ANTES DEL TRANSE FATAL!!»

    «Soi un gran criminal; pero
Si por tal voi a morir,
Siquiera podré decir
En mi instante postrimero
«Fuí un infeliz carpintero,
Pero isalteador—bandido
Eso nó!» Y arrepentido
De mi crímen moriré
Y así, con piadosa fé
QUE ME PERDONEN LES PIDO»

    En fin, para terminar
Solo réstame decir:
Que es gran torpeza morir
Por una mujer vulgar.
El remedio es: despreciar
Con valor firme y severo
Todo amor que no es sincero,
Que es nulo, finjido o falso;
Y no venir al cadalso
A morir como yo muero.»

                  Belarmino Ponce.

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CARTA DEL REO BELARMINO PONCE
A SU DESVENTURADA MADRE.

    ¡ADORADA MADRE MIA!
¡M[A]DRE DE MI CORAZON!
DE TU NEGRA DESVENTURA
DI[O]S TE DE RESIGNACION!»

    »Mare: por ésta te aviso
Que tu pobre Belarmino
Que de tu lado se vino
Sin el lebido permiso,
Su nega fortuna quiso
Que ho[i] a las nueve del dia,
En el adalso debía,
Tener frentosa muerte……
¿Qué t parece mi suerte,
ADORA[D]A MADRE MIA?»

    «Por salteador de camino
No voi a morir, señora,
Si no por que, en mala hora,
Sin medir el desatino,
De una mujer fuí asesino;
Mujer que me hizo traición.
Le ultimé sin compasión
Como lo haría un chacal….
Ya ves, pues, si soi fatal
MADRE DE MI CORAZON!!»

    Y aquí me agobia el quebranto
Con el tormento mas vivo:
Estos versos que te escribo
Te van a acongojar tanto,
Que han de apurar en tu llanto
El cáliz de la amargura
Que este infeliz te procura,
El que será en tu suplicio
¡La palma del sacrificio
DE TU NEGRA DESVENTURA!!»

    ¿Pero que mitigue el cielo,
En tu desdicha mayor,
El cruel pesar y el dolor
De tu acerbo desconsuelo.
Y desde hoi, con santo anhelo,
Y con prolija atención,
Cuida de la educación
De mis hermanos menores.
Y en tus amargos dolores
DiOS TE DÉ RESIGNACION.»

    «Madre de mi alma, termino
Estas mis tristes versiones
Rogándote que perdones
A tu infeliz Belarmino,
Que sólo a este mundo vino
Para acongojar tu vidal……
Ya se acerca mi partida!
Ya la muerte viene en pos……
¡Adios, hermanos, Adios!
¡Adiós, pues, madre querida!!!»

                                   Tu desventurado hijo.

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EL HORRIBLE CRÍMEN
DE
BELARMINO PONCE
EN EL HOTEL DE LOS ANDES

    Amadísimos lectores
Vuelvo por la vez centécima,
A darles cuenta, otra vez
¡De otra sangrienta trajedia!
De las más horripilantes
Que se han viste en esta tierra,
Tan digna de mejor suerte,
Cuya honradez se pondera,
No diré entre los vecinos
De la hermosa Sud-América
Si no que, en las cinco partes
Habitadas del planeta.
    Vuelvo, repito, a narrarles
Un episodio que aterra
Y que ha tenido lugar
En esta ciudad tan bella,,
Ciudad que el mundo intitula:
Del Pacífico la reina
    Voi al hecho. En el gran barrio
Del Almendral (que hoi ostenta
Una inmensa población)
Un restaurant se encuentra
Llamado el «Hotel los Andes»;
A dicho hotel se presenta
—Harán seis meses y dias—
Una amorosa  pareja
A alquilar, por una noche,
De aquel hotel una pieza.
    Toma la número diez
Que está contigua o mui cerca
De la cocina; y, por esto,
El varon no la halla buena,
Y exije que le den otra.
Le dan la catorce, y queda
La pareja, en aquél cuarto,
En tranquilidad completa.
    El varon, es Belarmino
Ponce (huasquino) que cuenta
Veintidos años de edad,
Tiene bonita presencia
Es alto, blanco y bien hecho;
Su mirada es altanera
Tiene poco bozo, y tiene
Nariz un tanto aguileña;
Boca grande y dientes blancos,
Blanquisimos; frente estrecha;
Pelo liso y negro; y tiene
Ojos de pestañas crespas
    Ella es, Socorro Rodriguez;
Dieziseis años apénas
De edad cuenta. Es chiconcita
Y de cara nada fea;
Y es un tanto vivaracha
La simpática morena.
    Como a las diez de la noche
En aquella pieza reina
El mas profundo siiencio
Que es posible y darse pueda.
Pero apróntense, lectores,
Y pongan oreja atenta
Para que empiecen a oir
Lo que va a pasar en ella
Belarmino está acostado
Y pone su mano izquierda
Sobre ej cuello de la jóven;
Y le habla esta manera:—
«Mira, Socorro: yo te amo
Como a nadie, en esta tierra;
Pero tú me pagas mal.
¿No tuvieras la franqueza
De decirme —sin mentir—
Con voz tranquila y serena.
A cuál de los dos preñieres?…
Dimelo, ingrata morena,
Sé franca. Dí la verdad,
Y de Ponce nada temas!»
    Dice Ponce que la niña
Le dijo la verdad neta,
Verdad que para él venia
A ser de las más adversas.
    Al oir tal cosa, salta
De la cama, y con presteza
Saca un afilado corvo
Que bajo la cabecera
Tenia oculto; y con él
Una tajada tremenda
Le dió a la infeliz Socorro
Que agonizando la deja.
Y al punto otra gran tajada
En la garganta le pega.
Con las ánsias de la muerte
La desgraciada se huelca
Y cayó al suelo, y allí
En charcos de sangre envuelta
Espiró en pocos segundos
Vietima de un hombre fiera,
Pero victima tambien
De su fatal imprudencia.
¿Para qué fué a confesarle
A su amante sus bajezas?
    Pero no porque espirara
La Rodriguez, Ponce cesa
De darle de puñaladas:
Despues que estaba bien muerta
Le dió una fiera estocada
En el vientre iy le echó fuera
Las tripas….. ¡Oh, Ponce cruel!
Hiena, de sangre sedienta,
¿No te basta ver sin vida
A aquella pobre morena
Que siempre sigues pegándole
Puñaladas por docenas?
    Veintinueve puñaladas
Le pegó con mano séria
Belarmino a la Socorro
Después que ésta estaba muerta.
    Cuando se hartó ya aquel hombre
De apuñalearle, se acuesta
A dormir. Y durmió un sueño
Como si tal hecho hubiera!
Despues que durmió tres horas
Despertó a las cuatro y media
Y, como quien nada ha hecho,
Se sienta junto a la puerta
De lapieza….. y grita:— «¡Mozo!
Tráeme aquí una botella
De cerveza.» El mozo, pronto
Le lleva allí la cerveza,
Que la bebió Belarmino
Contan grande complacencia,
Qu e el mozo dijo entre sí:
«Este hombre está como en fiesta».
    Un cuarto de hora despues
El dia a clarear empieza
Y Ponce sigue sentado
Siempre en su silla a la puerta

De la pieza. Y el llavero
A la dicha puerta llega;
Y ve adentro y en el suelo,
De la víctima una pierna
Que no la distingue bien;
Y pregunta con sorpresa
Qué es lo que ve, a Belarmino,
Que al instante le contesta:
«Es que maté ese ca… racho
Por infame traicionera.»
……………………………………
    El mozo al punto da parte
A su patron, de la muerta
Que hai en la pieza catorce
Donde aloja la pareja.
Se llama a la policía,
Y un sarjento se presenta
Con otro guardian del órden.
A la maldecida pieza
Donde la Rodriguez yace
Cuasi destrozada entera.
    Desde el instante que el mozo
Descubrió aquella trajedía,
La aterradora noticia
De una nueva tan funesta
En todo Valparaiso
Corrió como voz eléctrica.
    Luego tambien en un coche
Al hotel, Los Andes, llegan
El médico de ciudad
Y el severo juez de letras.
Por un instante abismados
Ambos señores se quedan
Ante el horroroso cuadro
Que a su vista se presenta
La occisa está degollada,
Tiene tajeada las piernas,
El estómago hecho tiras,
La barriga abierta entera
De cuyo centro ha salido
Todo el menudo….. ¡qué horror!
No sigo en esta tarea
Porque, si sigo, la sangre
Y el alma se me conjelan!

    En l[a]s interrogaciones
Que le hizo el juez de letras
Al terr[i]ble matador,
Les da[r]é aquí una no mas
De Bel[a]rmino, y fué ésta
Cuandoel juez le preguntó
Al reo, con voz severa,
Que «¿a qué horas ultimastes
A esta niña?» Le contesta:—
«Si yo no tengo reloj…
Como [q]uiere que lo sepa?»
¿Qué t[a]l? Es edificante
Esta famosa respuesta!
De ahí lo remitió el juez
A la p[o]licía y de ésta
Pasó a la cárcel y allí
Ha esp[e]rado su condena.
Interta[n]to, de la tísis
El reo Ponce se enferma
Y es l[l]evado al Hospital
En donde luego se alienta.
Y como las monjas todas
Tembla[b]an a su presencia,
Vuelve otra vez a la cárcel,
Donde el banquillo le espera.

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EL PRECIOSO
CÓDIGO DE LOS CASADOS.

    El Congreso Nacional
Ayer en árdua sesión
Discutió y le dió sanción
A este Código Penal.
Es una lei sin rival
Pues que le pasa el cepillo
Hasta aquel matrimonillo
Que, haciendo al Civil desfalque,
Lo ha casado el cura Palque
O el clerigote Tornillo.

UNA ADVERTENCIA ANTES DE ENTRAR
EN MATERIA.

    Aquel cónyuje o casado
Que esta lei viole o infrinja,
No llore cuando le atinja
La pena en máximo grado,
Que estando ya el pié clavado
No se puede remediar
El daño pero estampar
Bien pueden, en su provecho,
Los casados en su lecho
De esta lei un ejemplar.

                  ART. 1º
                  A ÉL.

    El hombre que esté casado
De veras o de por ver,
—Desde hoi dia, a su mujer
La estimará en sumo grado;
Y tendrá especial cuidado
De no traerle el retorno
Nunca de cualquier bochorno
Que por otros sufra o tenga,
Aun cuando a la casa venga
¡Con el cuerpo como un horno!

                  ART. 2º
    Nunca tendrá, desde hoi dia,
Con ella un chanceo nécio,
Que es causa de menosprecio
La nécia chacotería;
Ni ejercerá la porfía
Descomedida y perruna,
Ménos la arenga importuna
Que es propia de un guagualote,
Ni jamás un papirote
Le atraque por causa alguna.

                  ART. 3º

    Tedrá por regla forzosa,
Si del licor no se priva:
—Nunca con la rasca viva
Presentarse ante su esposa,
Que es la cosa mas odiosa
Que en el mundo puede haber;
Tampoco se irá a meter
Allí con pilas de amigos
Truscos, que serán testigos
Si tiene o nó que comer.

                  ART. 4º

    Como lo mas esencial
Se cuidará, si es mui pobre,
De no malgastar un cobre
De su rédito o jornal;
Que lo primero es: la sal,
Ajicito, pan y grasa,
Cucharas, pocillos, taza,
Bracero, teteras y ollas,
Azúcar, café y cebollas,
Para el sosten de la casa.

                  ART.5º

    Nunca la plata la sienta
Para que a su mujercita
Jamás la buena ropita
Le falte; porque atormenta
Ver a una esposa chilpienta
Horas enteras sudar
Forcejeando en remendar
Los portillos a destajo
De su fustan o refajo
Para sus carnes tapar.

                  ART. 6º

    De esta fecha, en adelante
A su querida mujer
No le dará ni a entender
Que es obceno y petulante,
Si hai chiquillos, vijilante
Será en el deber cumplido
De criarlos como es debido;
También los mandará al templo
Que así no les dará ejemplo
De incrédulo y corrompido.

                  ART.7º

                  A ELLA.

    La mujer que está casada
Ya por angas o por mangas,
Si ántes tuvo ideas changas,
Estando a un hombre ligada
No las sostendrá ipor nada!
Porque ahora su deber
Es solo de obedecer,
Con cuidado relijioso,
Las órdenes del esposo
Que la tomó por mujer.

                  ART. 8º

    Si a las órdenes de un hombre
Ya está, como queda dicho,
Por nada nunca un capricho
Se le ocurra ni de nombre,
Ni ningún quehacer le asombre
Doméstico del hogar;
Su obligación es: asear
La casa como es debido
Y querer a su marido
Con un amor ejemplar

                  ART. 9º

    Se habituará a levantarse
Luego que el dia amanezca,
Y con jabón y agua fresca
Acto continuo lavarse;
Y despues de arrelingarse
La moña, con mano fina,—
Ménos con la mui cochina
Pintura! con paso airado
Irá a comprar al mercado
El cocaví de cocina.

                  ART. 10

    Lejos botará el reboso
Cuanto de regreso esté
Para gozar del café,
Que con leche es tan sabroso,
Luego despues a su esposo,
Con agradable sonrisa
Le dirá:—”Me voi a misa.”
Y, tocada con su manto,
A oirla irá, sin quebranto!
Pero volverá de prisa.

                  ART. 11.

    El almuerzo a buena hora
Siempre lo hará y bien hechito,
Y si en la cuna un niñito
De hambre o de averiado  llora,
Lo auxiliará sin demora;
Si hai mas chicos, a leer
Y a rezar han de aprender
¡Pero menos a tunantes!
—Para que salgan amantes
Con quienes les dan el ser.

                  ARTICULO ÚLTIMO.

    Tendrá pena soberana
Si diariamente visita
A la amada comadrita
O a la vecina Fulana;
Tambien, si con la Zutana
Tiene riñas de ramera,
Y si niña casadera
Tiene: el castigo es doblado
Si se deja que un templado
La ponga de cabecera.

    Antonio Contréras Suárez

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SOBRE EL MISMO CRÍMEN

    Hoi se halla mui conmovida
La sociedad chillaneja;
El matador de su padre,
¡Muerto en la calle lo deja!

    El dia tres del presente
En la ciudad de Chillan,
Empujado por Satan
Un hijo desobediente,
Le quitó alevosamente
¡A su buen padre la vida!
Lo ha ultimado el parricida
En la misma calle pública:
Por tal hecho la República
Hoi se halla mui conmovida.

    ¡Veintitres años no más
De edad tiene el asesino
Que a tan torpe desatino
Lo ha impulsado Satanás.
Su fiero crimen jamás
En Chillan tuvo pareja:
Nadie cuenta ni se queja
De otro asesinato tal
Nunca ha visto otro a su igual
La sociedad chillaneja.

    Un diario ya ha referido
Que este mozo sanguinario,
Un regalón perdulario,
Mal criado y consentido
Desde mui pequeño ha sido
De su jenerosa madre;
Y aun que lo dicho taladre
De esa madre el corazon,
Vino a ser su regalon
El matador de su padre!!!

    Un rencor el mas violento
De este mozo se arraigó
Cuando el padre se negó
A darle el consentimiento
Para casarse. Al momento
Su cara se desemeja
Por la rábia; y se refleja
En él la venganza viva.
Y, por esta negativa,
iMuerto en la calle to deja!

    En fin, si las regalías
Excesivas a los hijos
Traen resultados fijos
De pesares y averías,
¡Mirese todos los dias
La madre condescendiente
En ese espejo esplendente
—Que es el espejo del mundo
Que José Antonio Segundo
Acuña, le ha puesto al frente.

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EI HORROROSO CRIMEN
DE PARRICIDIO EN CHILLAN.

    Lectores: vuelvo otra vez,
Con el alma confundida,
Por la pena y el dolor
Que me causa la noticia
Descomunal que hoi los diarios
De todo Chile publican,
Llenando de horror y espanto
Hasta a los mas pesimistas;
Vuelvo, queridos lectores,
A estampar mi humilde firma
Al pié del cruel notición
Que voi a dar en seguida:

    —El dia tres de este mes
(Octubre) ifecha maldita!
De San Cárlos a Chillan
En el tren de medio dia
Llegó un jóven chillanejo;
Y se dirije en seguida
A casa de don Ernesto
Paulsen. Y ahí unas copitas
Bebió de cerveza o ponche,
De Oporto, Jerez o chicha.

    Ya estando un tanto ALUMBRADO
Nuevamente se encamina
A una casa de ajencia…
¡Compra allí la arma maldita!
(Un revólver de seis tiros);
Lo carga y se va de prisa
Para su casa; y allí
A una de sus hermanitas
Le manda llame a su padre…
…Y le anuncie su visita.
Y don José Antonio Acuña..
…¡Oh desventurada victima!
—Cómo ibais a imajinaros,
Por un instante, la inícua
Perversidad de vuestro hijo
Que a su casa lo traia!—
Cuanto el desgraciado padre
Supo, por su amada hijita,
Que su hijo amado llegaba
Al seno de su familia,
Henchido el pecho de gozo,
A verlo se precipita

    Al ver el hijo a su padre
Le amonesta que lo siga
Para la calle, porque
Hablarle a solas queria
Para pedirle perdon
Por la conducta atrevida
Que tuvo de presentarse
En su contra, a la justicia
Porque dejarlo casarse
Con una EXCELENTE NIÑA
Mui HONRADA V MUI HONESTA,
Su buen padre no queria.

    Y en la calle ¡oh, Dios bendito!
Aquel mónstruo parricida:
¡Tres tiros con el revólver
Al que es su padre le tira!
Los dos primeros balazos
Le abren dos grandes heridas:
El primero, al corazón;
Y el segundo, en la barriga;
Por cuyas heridas cae

Muerto al instante en la misma
Vereda, frente a su casa.
Ante la espantosa grita
De los vecinos que acuden
En auxilio de la victima,
Y lo llora sin consuelo
Su numerosa familia…………………
…………………………………………

    El hijo-hechor, cuando vió
Muerto al autor de sus dias
Por sus propias manos, corre,
Corre veloz calle arriba
Gritando con voz vibrante
“¡Al hechor! iAl homicida:
Que ha muerto a mi padre!” Pero
Cuando seis cuadras había
Ya corrido, es detenido
Por el capitan de línea
Señor don Joaquin Contreras;
Y al Cuartel de Policía
Lleva al hijo desalmado
Que a su buen padre asesina!……

                  ———
    De aquí al reo lo conducen
A donde cometió el hecho,
Y ahí llega el Juez del Crímen
Con otros varios sujetos
De importancia; y el Ministro
Del Interior está entre ellos.
Este con mucha emoción
Le pregunta al jóven reo
—”¿Conoces este cadáver?
¿No te arrepientes de haberlo
Muerto por tus propias manos?
¿No te causa sentimiento
Ver al que te ha dado el ser,
Por tus propias manos muerto?
¿No se te acongoja el alma,
Chacal de instintos perversos,
Ver a tu padre sin vida
Y en charcos de sangre envuelto?
¿Qué ceguedad, qué desvios,
Qué rencor tan estupendo
Te han impulsado, infeliz
Mozo, corazón de fierro,
A cometer este crímen
El mas odioso y horrendo
Que ha presenciado Chillan
Desde sus primeros tiempos?”

    El asesino, llorando,
De primeras negó el hecho
Al ver llegar a la madre
Que la vienen conduciendo
Casi desmayada al sitio
Del alevoso suceso…
…No será mi pluma la
Que pueda dar un bosquejo
Siquiera aproximativo
De la angustia y sentimiento
Que se dibuja en el rostro
De aquella esposa del muerto
Y madre del victimario:
¿Habrá sentir mas intenso,
Pena mas mortificante,
Dolor mas mortal y fiero
Y angustia mas matadora
Que, cual afilado acero,
Traspasan el corazón
En un instante supremo,
De la esposa y madre que
A un tiempo llora dos duelos?

    Por esto he dicho que yo
No daré aquí ni un refiejo
Del terrible y cruel dolor
Que hiere el corazón tierno
De la noble esposa que halla
A su amado esposo muerto
Por el hijo que ella misma
Nueve meses crïo en su seno!
…………………………………………
¡Esposa desventurada!
¡Madre infeliz! Compadezco
Yo, como el que mas tu pena,
Tu dolor y sufrimiento;
Que Dios con su gran poder
Mitigue tu desconsuelo.
Y a tu caro y noble esposo
Lo tenga en su santo reino,
Son los votos del humilde
Autor de estos tristes versos
Que dá a la publicidad
Para ejemplo y escarmiento.

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EL RESULTADO
DE LA BUENA O MALA CRIANZA
DE LAS NIÑAS

    Tal mujer es el Infierno;
Es la Gloria tal mujer:
Es un ánjel de los Cielos,
¡Es el mismo Lucifer!

    La torpe madre que a su hija
Desde chiquita no guió
Por el bien, ni le apretó
Con cariño la clavija,
I la deja que ella elija—
Ya mas grande— cualquier yerno,
I que del hogar paterno
Se dispare licenciosa,
Si es que llega a ser esposa,
Tal mujer es el Infiernó!

    Pero, si una madre atina
A educar bien a su hijita
Hasta que está mujercita,
I que siempre a la pretina
La esconde de la vecina
Que le gusta remoler,
Donde siempre suele haber
Peuco que espiándola pasa,
Del hombre con quien se casa
Es la Gloria tal mujer!

    Para una esposa como ésta
No hai sandungas ni cuequeos,
Farsas ni maricoteos
No hai embeleco ni fiesta;
En todo es noble i honesta;
Se consagra a los desvelos
De sus tiérnos pequeñuelos
I a su esposo a idolatrar.
Esta reina del hogar
Es un ánjel de los Cielos!

    La otra esposa, aunque la mate
El marido, es pati-perra,
I en cada riña le entierra
Las uñas en el gaznate.
Suele ser floja al remate
Si hai niños, ni que comer
Les da, por irle… a tejer
A su esposo algún abrigo.
Esta esposa, ya lo digo,
¡Es el mismo Lucifer!

    Ya creo haber demostrado,
En fin, hasta donde es dable
Que una madre es responsable
Del buen o mal resultado
Que da el árbol que ha plantado
Ella por su propia mano:
Si lo cria limpio, i sano
I derechito, no peca;
Si lo olvida i él se enchueca,
Después es trabajo en vano!

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LA CONFESION DE UNA
HUASITA

    —Paire mio, yo me acuso
Que ayer, yendo pa la leña,
Ño Alfonso me hacia seña……
—¿Qué Alfonso?

—Un vaquero intruso.
—¿I?

    —Le amenacé un trompon
De léjos i la corté
Pa un cerro mui alto, que
Subí de un solo tezon

    —Prosigue,
    —En la cumbre, sola
I a la sombra de un quillai,
Me puse, Paire, ¡ayayai!
A jugar a la Bartola……

    —¿Qué juego es ese? procura
Esplicarlo desde luego
—Paire de mi alma, es el juego…
El juego… de la soltura.

    I le pido que me azote,
Paire, por este pecao:
Juando ese juego malvao
¡Me eché una pierna al cogote!

    I pa ver si era bien suerta,
Lotra tamien me la eché,
I hecha un parasol queé
De abajo lo mas abierta,

    I de arriba, bien juntita!!
—Mujer, eso es increible!
¡Qué escándalo tan horrible!
¡Qué maldad tan inaudita!

—Pero esto no es náa: la guena
Qué cuando las juí a bajar;
¡Naca!  i me largo a llorar
Lo mesmo que Maudalena!

    Forcejeando contra náa,
Se me cansaron los brazos……
I empecé a dar barquinazos
Como culebra cortáa.

    —¡Mujer!… ¡Prosigue!
                  —¡Ai de mi!!

Cuando ya no icia una
De cansá, ¡llega el hijuna!
—¿El vaquero intruso?
                  —¡Si!
    —¡Demontres! I, ¿qué te dijo
Al verte así?

                  —Dijo: Agora,
Ternerita corredora,
Si que te enlazo de fijo!

    La vencía jué a las tres!»
Yo le rogué con voz tierna
Que me bajase una pierna,
I él me contestó: «Después.»

    —¿I qué quiso el tal Alfonso
Decir con ese después?
Tú lo has de saber

                  —¡Eyés!
Mi paire, ¡no se haga el zonzo!

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REGALOS AL
NIÑO-DIOS.

    Ña Mariquita, le mando
De aquí de lo Valdivieso
Cuatro teleras  i un queso,
I un colchoncito bien blando

    Hecho de hojas i pajita,
Que bien le puede servir
Para que acueste a dormir
A su preciosa guagüita.

    —Na María i ñor José,
Aquí les manda mi mama
De regalo esta cutama
De azuca, yerba i café;

    I este cabrito charquiado
Se lo manda mi taitita;
I mi mairina, esta ollita
De morocho bien majado;

    I esta harinita tostáa
Pa que empuerque  estas brevitas
Que vienen bien mauritas,
I no son punzadas náa.

    Yo tamien, doña María,
Le traigo aquí, de Apoquindo,
Pa su Jesusito lindo
Esta cabrita paría.

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