Muchos se han dado la muerte
Porque los deja un amor.
Morir para que otros vivan,
Yo no lo haria, lector.
Un insolente peruano
Solo se quitó la vida,
Por amor de la querida
Que lo dejó por marrano.
El hombre no estaba insano
Ni era de mala suerte,
Cuando llegó el trance fuerte
En dias ménos pensados,
I al verse ya despreciados
Muchos se han dado la muerte.
Dueño de una sastrería
Era el peruano que cuento;
De pena i de sentimiento
Se suicidó a sangre fria.
Al socio que él tenia
Le suplicó por favor,
Que un cajon de lo mejor
Le compre para su entierro;
I solo cometió el yerro
Porque lo dejó un amor.
El dia ántes del suceso
Se empezó a entristecer.
Pero no dió a entender
Su pena el diablo leso.
I los que penan por eso
Estas diatribas reciban,
I ya cuando se aperciban
Del verso los de la faz,
Nadie lo haria jamas,
Morir para que otros vivan.
Dejó a Berrios un papel
Mal escrito, en mi pensar,
I se alcanzó a descifrar
Lo que contenia en él.
Decia: «Consocio fiel,
Se va tu amigo ¡qué horror!
Con un grande deshonor
Emprende a lo eterno el viaje»
I lo que hizo ese salvaje,
Yo no lo haria, lector.
Al fin, Natalia Martinez,
Por infame i por infiel,
Amoló al pobre Manuel
Hasta los últimos fines.
Como flor entre jardines
Se ha quedado mui galana;
Corriendo la caravana
La verán de noche i dia,
Gozando de la alegría
En esta vida mundana.
