Versos de los milagros
I DE LA MUERTE
DE SAN SEBASTIAN

  Un valiente capitan
Fué del imperio romano,
En tiempo de Diocleciano,
El glorioso Sebastian.

  San Cayo con humildad
Lo nombró, con gran primor,
De la Iglesia defensor
Por su mucha santidad.
Se esparció esta novedad
En el imperio, verán,
Con trabajo i mucho afan,
Sin la menor eficacia.
Alcanzó a ser por su gracia
Un valiente capitan.

  Viéndolo sostenedor
De la Iglesia al varon santo,
Causando terror i espanto
Se irritó el emperador.
Al pronto Nuestro Señor
Con su poder soberano,
Protejió al buen cristiano
Dándole la paz i el gozo;
Por eso el mas virtüoso
Fue del imperio romano.

  Lo hizo azotar el cruel
Bárbaramente, os diré:
De esta manera se ve
En su imájen de Yumbel.
I una señora mui fiel
Lo curó con diestra mano,
Hasta que lo dejó sano
Sin tener ninguna herida:
Hizo este milagro en vida
En tiempo de Diocleciano.

  Despues de la enfermedad
Que él sufrió involuntario,
Se le presentó al contrario
I le enrostró su impiedad.
La razon de esta verdad,
Lean i la encontrarán.
Mil quinientos años van
I sesenta i ocho mas
Que dejó la triste faz
El glorioso Sebastian.

  Al fin, el veinte de enero
Del tresciento ochenta i seis
Murió, como aquí vereis,
Por un hombre injusticiero.
Se supo en el mundo entero
La pérdida del varon,
I Dios con justa razon,
Para su eterna memoria,
Creo lo llevó a la gloria
Por su digno corazon.

ROSA ARANEDA
CALLE DE ZAÑARTU, NUMERO O
ENTRE SAN PABLO I SAMA

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