EL MUNDO SOÑADO
COLON LLAMADO LOCO Y VISIONARIO

Como una visión profética,
En sus cálculos y sueños
Adelantándose osado
Al tiempo siempre parlero;

Tal imajinó Colon,
De Furopa, léjos mui léjos
Un gran mundo de delicias
Nunca jamas descubierto.

Y esta idea fija, ardiente
Y en su cabeza bulliendo,
Chispa acaso desprendida
En hora feliz del cielo;

Este entre todos los grandes
Grandisimo pensamiento;
Revelado allá en España
¡Cuán pocos lo comprendieron!

—«Mas allá del mar Atlante,
Del mundo guardando el peso,
Otro continente existe»,
Esclamaba audaz el jénio.

Mas la ignorancia atrevida,
La mofa vil v el desprecio,
Burlábanse de aquel hombre
Llamándolo aventurero.

Y hasta ¡oh insensatez humana!
Los sábios que entónces fueron,
Ante las Cortes decian:
—«Colon es un loco, un necio»….

Y las turbas lo seguian,
Lo apuntaban con el dedo;
Y entre risa y befa y burla
Rodeaban al estranjero.

Mas, sobre todos Colon,
Todo obstáculo venciendo;
Cada dia que pasaba,
Cada hora cada momento,

Mas se forjaba y crecía
La idea en su gran cerebro:
Habia soñado un mundo
Faltaba palparlo, verlo….

¿Y cómo lanzarse al mar
Buscando ese mundo inmenso,
Si a Colon nadie comprende,
Si rien de sus proyectos?

Peregrino de su Patría,
Nevados ya sus cabellos
Y luchando largos años
Siempre audaz, firme y resuelto;

Ni Italia ni el Portugal
Jamas proteccion le dieron
Todos quimera llamaban
La concepción de su jénio,

Hubo una reina tan solo
Que al gran Colon comprendiendo
Entusiasmada escuchóle,
Aun de su Corte a despecho.

Fué Isabel, mujer sublime,
Alma grande y noble pecho,
En donde nido formaran
Los mas altos pensamientos

Tambien lo escuchó Fernando,
Aunque vacilante, incierto,
¡Pues no vió cual vió Isabel
Un mundo encantado y nuevo!

Y jeógrafos y astrónomos
Y navegantes espertos
Loco siempre apellidaron
Al peregrino estranjero.

Y Fernando lo despide
De sus sábios por consejo;

Baja Colon de la Corte,
Sumiso, y leal y bueno,

La reina isabel, que sabe
El nuevo acontecimiento,
En un instante sublime
De abnegacion sin ejemplo;

Indignada su alma pura,
Lleno de confianza el pecho,
Ante Fernando y su Corte,
Esclama con noble acento:

—«Pues no quereis agregar
A nuestro gran trono ibero,
En vuestras manos estando
Aquel lejano hemisferio;

Dejadme sola, yo haré
Que de esta mi España el reino
Se dilate cual ninguno
Con la luz del Evanjelio.

Aquí están mis joyas todas.
Todas para dar comienzo
A la obra precursora
Del mundo soñado y bello».

Dice asi la Soberana,
Y las joyas reuniendo;
Cuanto tesoro posee,
Cuanto está bajo su imperio;

Jenerosa lo dedica
Con santo y ardiente anhelo
Del incansable Colon
A secundar el empeño.

Y así contra Corte y rei
¡Santa inspiración del cielo!
Venció Isabel la primera,
Como de Colon el jénio.

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