La Muerte del dictador

    Por fin el sol de setiembre
Sol de lumbre sin igual,
De Balmaceda ha venido
La triste tumba a alumbrar.

    Ya murió el torpe tirano
Que la sangre hizo manar
Sin escuchar de la viuda
¡Ai! el llanto funeral!

    Ya feneció el cruel esbirro
Que al pueblo hizo azotar
Sin ver el llanto del niño
Que le imploraba piedad!

    Murió, si! como cobarde
El ciudadano desleal
Que a Sepúlveda y Cumming
Hizo ¡infame! fusilar!

    Y al Blanco, nave gloriosa,
Blanca gaviota del mar,
De la nación paga el oro
Porque cruel la hagan volar!

    Y Enrique Valdes, el noble
Periodista sin rival,
Halló sacra sepultura
Entre las ondas del mar!

    A los honrados sarjentos
Del 7º hizo matar
Y a lo mas mejor de Chile
El ordenó desterrar

    Los gloriosos tripulantes
De la Guale, hombre venal,
Allá en Playa-Ancha los manda
Sin conciencia ejecutar!

    Y tambien allá en Lo Caña
Hizo a niños degollar,
Y le ordena a sus sayones
Que hagan sus cuerpos quemar!

    De Mármol yo desearia
La inspiración inmortal
Para lanzarle a tu nombre
Un anatema eternal!

    Los niños cuando recuerden
Tu dictadura sin par,
Sus cuerpos débiles, tiernos,
De timidez temblarán.

    Yo a tu tumba le pusiera
Este epitafio inmortal:
Aquí reposan los restos
¡Del mas grande criminal!

Valparaiso, setiembre 20 de 1891.

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