EL HACEDOR
i los cuatro elementos.

    Dijo el Aire:– Yo atravieso
En un instante la mar,
I hago veloces andar
A los buques de mes peso.

    Corro por las soledades
Haciendo polvo á la Tierra,
I al Agua declaro guerra
Con horribles tempestades.

    Al Fuego lo apago, i luego
Lo enciendo si se me antoja;
El Agua nunca me moja
Ni nunca me quema el Fuego.

    La hormiga i el elefante,
El sér racional i el bruto,
Si yo les falto un minuto,
Perecerán al instante.

    Entonces el Fuego dijo:
–¡Qué orgulloso el Aire está!
Tu orgullo risa me da,
Pues yo soi mas útil, hijo.

    Te juro por la sagrada
Señal de la Santa Cruz,
Que si no hai fuego, no hai luz,
I no habiendo luz, no hai nada.

    Sin el grato calor mio
Sobrevendrian mil males,
Pues los hombres i animales
Se moririan de frio

    I ni el mismo Padre Eterno
Acabar puede conmigo,
Porque sin mi, te lo digo,
No existiria el Infierno

    La Tierra entonces habló
I se esplicó de este modo
—Sépase el Fuego, ante todo,
Que madre de Adan soi yo;

    Que Dios, con su propia mano,
De Tierra hizo al primer hombre:
Por lo cual llevo este nombre:
Madre del jénero humano.

    A ustedes hizo un desaire
Que los humilló de sobra,
No haciendo Dios esa obra
De Agua, de Fuego ni de Aire.

    No estén, pues, yerra que yerra
Pensando en su orgullo loco,
Que ustedes pueden en poco
Mirar á la Madre Tierra.–

    La palabra el Agua toma,
I dice á los elementos:
Todos sus razonamientos
Me parecen una broma.

    Yo, sin tánto catarrear,
Puedo el Aire corromper,
La Tierra en barro volver
I al mismo Fuego apagar.

    Sin mi poder sobrehumano
No se salva el Papa mismo,
Pues sin la Agua del Bautismo
No se hace nadie cristiano,

    Ya ven: á todos imbunche
Los he vuelto á mi capricho,
I esto que áun no les he dicho
Que sin mi no se hace el punche.

    Oyó esta conversación
Nuestro Redentor Divino.
I oyó tánto desatino,
Que les dijo con razón:

    –Déjense de engreimientos,
Que para estar engreídos
No hai razón; presten oídos
I oigan los cuatro clementos.

    De ustedes hago i deshago,
Como se me da la gana,
I hacer puedo una mañana
Con ustedes un estrago.

    El recuerdo áun no se borra
De cuando, sin oir ruego,
Cenizas hice con Fuego
A Sodoma i á Gomorra;

    Ni se borra la señal
De cuando, justo i severo,
Sumí en Agua al mundo entero
Con diluvio universal.

    Cuando el hombre en sus afanes
En criminal desconcierto
Vive, yo al Aire convierto
En horrendos huracanes.

    I si me declara guerra
Algún impio enemigo,
¡Tiembla! á la Tierra le digo,
I humilde tiembla la Tierra.

    Tribútenme, pues, honor
Con mui reverente anhelo,
Porque yo de Tierra i Cielo
Soi el único Señor!

Nota: este verso fue publicado por la misma imprenta firmado por El Pequén.

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