SANGRIENTA TRAJEDIA — LAS MELLISAS

Lo que voi a relatar
lector, en este momento,
es un acontecimiento
que tiene que hacer llorar,
es un drama singular,
una historia tenebrosa,
una tradición penosa,
tan triste i tan sanguinaria
que el alma mas temeraria
al leerla, queda llorosa.

  Si alguno dice que es cuento,
que es invencion del poeta,
que deje crecer su jeta
para que limpie mi asiento;
no me importa que un jumento,
un ignorante o insano
desconozca que mi mano
escribe siempre verdad;
con que lector: perdonad
i vamos derecho al grano.

  Hace poco que vivia
en Chuchunco un matrimonio,
ella Andrea i él Antonio
en santa paz i armonia;
solo una cosa solia
perturbar su regocijo:
hechaban menos un hijo
que Dios le da por igual
al honrado, al criminal,
al palacio, al escondrijo.

  Por eso con devocion
de prender no se recela,
a la Vírjen una vela
i a Jesucristo un velon;
pidieron con tal teson
que Andrea ve su cintura
hacer cierta corvadura
i entre gritos i reveces,
a los justos nueve meses
dar a luz esa figura.

  No fué poca su sorpresa
ni fué cumplido su gusto
ni fué pequeño su susto
ni poca su fortaleza
pues dió la naturaleza
por hija, una anomalia;
eran dos i las unia.
por donde deben sentarse,
para nunca separarse
ni de noche ni de dia.

  Una i otra creatura
no tenian un defecto;
eran el tipo perfecto
i acabado de hermozura;
con una misma estatura,
ámbas con rostro ovalado,
blanca tez, pelo dorado,
ojos de color de cielo
i un talle tan picaruelo
que solo es para soñado.

  Este grado de belleza
con su virtud a la par,
llegó a sus padres a dar
con su dominio, grandeza.
Crecieron pues de una pieza
mas modestas que el aroma,
mas tiernas que la paloma,
mas bonitas que una estrella,
mas rojas que una grosella,
mas dóciles que la goma.

  Cuantas personas las vieron
sus apoyos les brindaron
i asi se desarrollaron
i tanto, tanto crecieron,
que las pobres comprendieron
su monstruosa situasion,
que a sus almas dió aflixion,
a sus mejillas sonrojos,
mil lágrimas a sus ojos
i mortaja al corazon.

  Asi los años corrian,
con los cuales su amargura
se iba haciendo menos dura
que al principio la veian;
ya ni siquiera sufrian
con aquel nudo fatal
i se hallaba cada cual
contenta con su destino,
surcando el mismo camino
sin sospechar el final!

  Los padres frecuentemente
las quisieron separar
i hubieron de consultar
los sabios del Continente;
ninguno quiso hacer frente
a tan grave compromiso
i cuando les fué preciso
comunicarles tal cosa,
al verla tan peligrosa
ninguna de las dos quiso.

  Judit se llama la una,
la otra se llama Ester
i no lograron tener
en su edad, desde la cuna
desavenencia ninguna
pues se amaban tiernamente,
como que en la misma fuente
bebian sus corazones,
las variadas emociones
de su vivir inocente.

  Por fin llegó la ocacion,
que ojalà nunca llegara,
que de Ester se enamorara
un jovencito baron;
correspondió a esa pasion
al prinsipio sin consiencia
i con tanta vehemencia
despues su tiempo absorvia,
que su hermana la veia
llorando por su impotencia.

  ¿Como formarse una cita
sin importuno testigo,
llevando siempre consigo
su inseparable hermanita?
Tan triste idea le quita
con el sueño, la salud;
Judit que es todo virtud,
tanta tristeza examina
i cavarse determina
ella misma su ataud.

  Un dia Judi le dijo:
«Ester, en mi alma siento
profundo remordimiento,
por lo mucho que te aflijo,
desde ahora te lo exijo
me confieses la verdad,
que si tu felicidad
en tu amor està cifrada,
pronto veras subsanada
toda la dificultad.»

  Sin llegar a comprender
su sanguinaria intencion,
no opuso alguna objecion
en decir su amor Ester:
«nada me queda que hacer
para calmar mi dolor,
bien sé que mi sinsabor
no tiene en el mundo cura
i que soi la sepultura
del mas encendido amor!»

  Oyóse en la noche un grito,
acude la jente a tal
i de Judit, un puñal
razga su pecho bendito;
un papel habia escrito
que dice textual así:
«perdon si yo deliuquí;
no puedo aceptar por nada
que mi hermana desgraciada,
se vuelva loca por mí!!»

  A la siguiente mañana
se hizo la amputacion
i con tanta perfeccion
que la niña quedó sana.
Aun que su mártir hermana
le llenó el alma de duelo,
al fin no puso recelo
en casarse con su amante,
sin olvidar un instante
a su hermanita del cielo.

  Largo tiempo va pasado
de hermosa paz conyugal,
pero algo mui sepulcral
sus placeres ha turbado;
el ¡ai! aquel, angustiado,
que lanzó Judit, la bella,
dejó dolorosa huella
en sus dulces corazones;
por eso en sus oraciones
le piden a Dios por ELLA!!

  Cequión, número 11.

       ROLAK

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