Fusilamiento en Santiago
del reo Albornoz
QUE ASESINÓ AL PATRÓN Á GARROTAZOS
EN LOS MOLINOS DE SANTA
MARGARITA

  Ya con la vida pagó
Albornoz, el desgraciado
Para ser ya fusilado
En el banco se sentó.

  Qué terrible confusión
Para el reo no sería,
De ver que llegaba el día
Que iba á ser su ejecución,
Se llenó de una emoción
Cuando al suplicio llegó,
El verdugo le vendó
La vista, con ataranto,
Al que aborrecían tanto
Ya con la vida pagó.

  Todo el que va á fenecer
Digo aquí, según mi idea,
Ni por más hombre que sea
Se tendrá que entristecer,
Y este infeliz, á mi ver,
Fué de la selda sacado,
Por cumplir lo decretado,
Como chileno valiente
Miró al banco indiferente
Albornoz, el desgraciado.

  Con su alma pura y serena
Recibió la comunión,
Sin que le diera aflicción
El hielo de la cadena;
Viendo que la hora suena
Dijo: ya estoy confesado,
Y me encuentro preparado
En completo y sano juicio,
A marchar hácia el suplicio
Para ser ya fusilado.

  Negó el Consejo de Estado
El indulto en hora plena,
Al reo, y se le condena
Al banco del acusado;
A donde era destinado
Del aposento marchó;
Cuando el patíbulo vió
Se encomendó al señor,
Sin tener ningún temor
En el banco se sentó.

  Al fin, cuando ya llegó
Al banquillo el criminal,
Su florete el oficial,
Por señal lo levantó,
La descarga se sintió
En esa horrorosa escena,
Yo al explicarme con pena
Digo al ponerme á pensar:
Que esto sirva de ejemplar
A la juventud chilena.

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