Al pueblo de Vichuquen
Fueron unos salteadores
A hacer un feroz salteo
Que asombró a los moradores.
Tiembla la pluma en la mano
I palpita el corazon
Al ver el negro borron
Que cometió el mal cristiano.
Pero del Dios Soberano
Castigo tendrá tambien;
I yo aquí diré deten,
Por refrescar mis sentidos
I seguir a los bandidos
Al pueblo de Vichuquen.
Donde un tal Fermin Araya
Fué la sangrienta matanza,
I al cielo pide venganza
La sangre que en tierra se halla.
Si la justicia no falla,
Hallarán los malhechores
Que en clase de compradores
Llegaron, i nada falto;
A dar el terrible asalto
Fueron unos salteadores.
Ellos dijeron que eran
Honrados i comerciantes,
Hombres buenos negociantes,
Para que así les creyeran;
Porque no los conocieran
Que tenian mal deseo,
Usaron de aquel empleo,
Pues para no ser pillados,
Iban los dos bien armados
A hacer un feroz salteo.
Araya primeramente
Fué víctima en esa vez,
I despues los otros tres
Murieron como inocentes.
Cual sanguinaria serpiente
Eran los hombres, señores,
No atendiendo los clamores;
Sin Dios ni Santa María
Se hizo la carnicería
Que asombró a los moradores.
Al fin, a mas que robaron,
Hicieron lo que quisieron,
I mui tranquilos se fueron,
Porque a ninguno pillaron.
Solo con vida dejaron
A una anciana, por temor.
Lo mas gracioso, lector,
En aquel combate crudo,
Fué que la ciego no pudo
Ver a ningún salteador.
DANIEL MENESES
POETA NORTINO, ZAÑARTU, 9