Una pieza musical.

    Doña Juana Gavernuta
Tiene una hija que en el piano,
Con gusto i a diestra mano,
Solo una pieza ejecuta;
I nadie se las disputa
En valses, polcas, cuadrillas
I otras tocatas sencillas
Probando mas de lo justo
Que en buen oido i en gusto,
La niña hace maravillas.
    En el lenguaje vulgar
Una ópera es una pieza,
Aun cuando sea rareza
Tal cosa aqui mencionar;
Mas lo que voi a narrar
Lo exije asi i sigo el cuento
Pues a mas de Norma,  un ciento
De otras cosas toca Estrella,
Así se llama la bella
Que es en el piano un portento.
    Don Juan Parga las visita
Con mucha continuación
I en fuerza de la atraccion
Porque Estrella es mui bonita;
Su ventura es infinita
Siempre que contempla a Estrella,
I como la halla mas bella
Que los luceros del cielo,
Su mas incansable anhelo
Es estar al lado de ella
    El, boquiabierto, la mira,
Ella se deja mirar,
Que es gran cosa esto de amar
Cuando de amor se delira;
I doña Juana que aspira
A mostrar siempre agudeza,
Dice alzando la cabeza:
Leo su intención, don Juan.
—¿Cual? —Quiere usted con afan
Que ella le toque la pieza.
    —¡Será un gran placer, señora!
— ¡No ve usted! lo adiviné,
I por complacerlo haré
Que le dé ese gusto ahora.
Estrella, sin mas demora,
Tú papel no necesitas;
¡Anda! luce esas manitas
Tócale la pieza a Parga.
— Pero, mamá, ¡si es tan larga!
— Pues tócales otras cositas.

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Las manzanas del cura.

    De cierto pueblo el buen cura
Tiene un manzano cargado
De esa fruta que ha causado
La universal desventura;
I lo ama con tal locura,
Que desde hora mui temprana,
Contemplándolo se afana,
I entre su gozo profundo,
Esclama que vale un mundo
De ese árbol cada manzana.

    I cada una es tentación
De mozos i de chiquillos,
Que con muelas i colmillos,
Mordizcon tras mordizcon,
Un soberano atracon
Quisieran dar al manzano,
De noche oscura o temprano,
Si ese cura de alma bruta
Con los ladrones de fruta
No fuera tan inhumano

    ¡Ah, bribon! siempre está alerta
Pegado al árbol cual broche,
I cada vez que en la noche
Sobresaltado despierta,
Lueguito corre a la huerta
Su árbol querido a rondar,
Con un presero ¡Buen dar!
Que unas manzanas al cura,
Ni en dia ni en noche oscura
Se le puedan barajar!

    El cura, al fin, tuvo fiesta,
Sermon i misa cantada,
Que sería celebrada
Hasta con algo de orquesta;
Dormia el perro cual bestía,
I unos fieles, zorros viejos,
De las manzanas ni ollejos
Le dejaron, i él rabiaba,
Porque el robo divisaba
Del altar en los espejos.

    Gran raspa a los delincuentes
En el sermón les echó;
La devolución pidió
De su fruta a los oyentes,
I con frases elocuentes
Decia el cura locuaz:
Si por vergüenza tenaz,
No quieren en este instante
Tirármelas por delante,
Tírenmelas por detras.

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Zamacueca.

No quiero dicha ninguna,
Con mi mal estoi contento,
Que el subir para bajar
Sirve de mayor tormento.

                  Para atajar, Juanita,
                                   Tus variaciones,
                  Me impongo desde ahora
                                   Mil privaciones;
                  I aunque reviente,
                  O del todo me bajas,
                                   O subo siempre.

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Don Patricio Lynch.

    Lynch, el marino-soldado,
El héroe de tierra i mar.
Que sabia batallar
En tierra i en mar airado;
El que jóven fué laureado
Allá en la inglesa marina,
Hoi los espacios domina
De la existencia eterna!
I, en la Historia, ya inmortal
Ante él la gloria se inclina.

    La noticia de su muerte
Que el telégrafo trasmite,
Ya la Patria la repite
Jimiendo en golpe tan fuerte;
No quedará Chile inerte
Sumerjido en su dolor,
Pues rendirá todo honor,
Al que por su causa santa,
En donde grabó su planta
Salió siempre vencedor.

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Arturo Prat

    De Valparaiso en la orilla
Que el mar con sus ondas besa,
Se ostenta, con la grandeza
De espléndida maravilla,
Un monumento que brilla
En la universal historía,
I como eterna memoria
Por todo el mundo a los hombres
Repetirá heroicos nombres
Que son de Chile la gloria.

    La marina nacional
En él ostenta un emblema
De la heroicidad suprema
Que a Prat alzó a lo inmortal.
Como la aurora boreal,
Puro, glorioso i radiante,
Su nombre, en coro triunfante,
Chile a los siglos trasmite
Frenético,i lo repite
Con júbilo delirante.

    Tan grandioso monumento,
De la patria amor i orgullo,
Siempre existirá al arrullo
Del nacional sentimiento.
Desde el alto firmamento,
El Dios que a Chile proteje
Quiere que en él se refleje
Gloria eterna, i en el cielo,
Para engalanarlo, un velo
De rayos i estrellas teje.

    Héroes que en nave lijera
Supieron, con noble aliento,
Hacer temolar al viento
Invencible su bandera;
Absorto el sol en la esfera,
Detúvose a contemplar
El combate singular
De un terrible acorazado,
Con frájil buque, mandado
Por el jenio de la mar.

    Prat fué ese jenio grandioso,
I absorto el sol con su rayo,
Ciñó al Veintiuno de Mayo
En círculo esplendoroso;
I hecho tan grande i glorioso
Llevó al templo sin igual,
Donde, con himno triunfal,
El ánjel de la victoria
Llena al mundo con la gloria
De Prat, el héroe inmortal.

    Serrano, Riquelme, Aldea,
Grandiosos héroes tambien,
Cada uno ciñó a su sien
Lauro que gloria flamea,
I encarnó audaz esta idea
En su vigoroso sér:
Si no es posible vencer
En tan desigual jornada,
Por la patria idolatrada
Luchar hasta perecer!

    I combatiendo cual leones
Entre el destrozo i la muerte,
Se hacia el pecho mas fuerte
Al tronar de los cañones.
Creciendo los corazones
Como lava al estallar,
En tan feroz batallar
Fuego hacian i esclamaban
Miéntras a Chile vivaban:
¡Nuestra tumba sea el mar!

    Por eso a tanto heroismo
La nacion agradecida,
Frenética, embellecida
Por su noble patriotismo,
Dilatando su civismo,
Quiere ese recuerdo honrar,
I a los héroes va hoi a alzar
Su sentimiento grandioso
Un monumento suntuoso
A las orillas del mar.

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LOS CUATRO ELEMENTOS

    Dijo el Aire: — Yo atravieso
En un minuto la mar,
I hago veloces andar
A los buques de mas peso.

    Corro por las soledades
Haciendo polvo a la Tierra,
I al Agua declaro guerra
Con horribles tempestades.

    Al Fuego lo apago, i luego
Lo enciendo si se me antoja,
El Agua nunca me moja
Ni nunca me quema el Fuego.

    La hormiga i el elefante,
El sér racional i el bruto,
Si yo les falto un minuto,
Perecerán al instante.—

    Entónces el Fuego dijo:
—¡Qué orgulloso el Aire está!
Tu orgullo risa me dá,
Pues yo soi mas útil, hijo.

    Te juro por la sagrada
Señal de la santa Cruz
Que si no hai Fuego no hai luz,
I no habiendo luz no hai nada.

    Sin el grato calor mio
Sobrevendrian mil males,
Pues los hombres i animales
Se moririan de frio.

    I ni el mismo Padre Eterno
Acabar puede conmigo,
Porque sin mi, te lo digo,
No existiria el Infierno.

    La Tierra entónces habló
I se esplicó de este modo:
—Sépase el Fuego ante todo
Que madre de Adan soi yo;

    Que Dios con su propia mano
De Tierra hizo al primer hombre
Por lo cual llevo este nombre:
Madre del jénero humano.

    A ustedes hizo un desaire
Que los humilló de sobra
No haciendo Dios esa obra
De Agua, de Fuego ni de Aire.

    No estén, pues, yerra que yerra,
Pensando en su orgullo loco
Que ustedes pueden en poco
Mirar a la Madre Tierra.

    La palabra el Agua toma
I dice a los elementos:
—Todos sus razonamientos
Me parecen una broma.

    Yo, sin tanto catarrear,
Puedo el Aire corromper,
La Tierra en barro volver
I al mismo Fuego apagar.

    Sin mi poder sobrehumano
No se salva el Papa mismo,
Pues sin la Agua del bautismo
No se hace nadie cristiano.

    Ya ven: a todos imbunche
Los he vuelto a mi capricho,
I esto que áun no les he dicho
Que sin mi no se se hace punche.—

    Oyó esta conversación
Nuestro Redentor Divino,
I oyó tánto desatino
Que les dijo con razón:

    —Déjense de engreimientos,
Que para estar engreidos
No hai razon; presten oidos
I oigan los cuatro elementos

    De ustedes hago i deshago
Como se me dá la gana,
I hacer puedo una mañana
Con ustedes un estrago.

    Aun la señal no se borra
De cuando, sin oir ruego,
Cenizas hice con Fuego
A Sodoma i a Gomorra;

    Ni se borra la señal
De cuando, justo i severo,
Sumí en Agua al mundo entero
Con diluvio universal.

    Cuando el hombre en sus afanes
En criminal desconcierto
Vive, yo el Aire convierto
En horrendos huracanes.

    I si me declara guerra
Algún impio enemigo,
¡Tiembla! a la Tierra le digo,
I humilde tiembla la Tierra.                  

    Tribútenme, pues, honor
Con mui reverente anhelo,
Porque yo de Tierra i Cielo
Soi el único Señor.

        El Pequen.

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