La sentencia de Jesús.

  En una columna atado
Fué puesto el reo inocente;
Maltratado injustamente
Se vió su cuerpo sagrado.

  La muchedumbre furiosa
A gritos pide la cruz
Para darle al buen Jesus
La muerte mas afrentosa.
Poncio, olvidando que su esposa
Una cosa le ha encargado,
Manda que sea azotado
El reo sin condolencia,
Siendo por esta sentencia
En una columna atado.

  Jesús en este tormento
Seis mil seiscientos i tantos
Azotes, dicen los Santos,
Que recibió en un momento;
Su doloroso lamento
Llegó a oidos de la jente;
Esta, sarcásticamente
Se reía con cinismo,
Al ver que en tal salvajismo
Fué puesto el reo inocente.

  Al pueblo el juez preguntó
Si ya estaba satisfecho
Con el gran castigo hecho,
I este le dijo que nó.
La cruz! ¡la cruz!, exclamó
Todo el público indolente,
Muera el blasfemo insolente,
Dicen de un modo infernal
I el reo, en forma bestial,
Maltratado era cruelmente.

  Poncio, oyendo lo que decian
Siente miedo, aunque era fuerte,
Firma la pena de muerte
Tal como se lo pedian;
Cuando ya aquello escribian
El reo fué desatado,
I el pueblo, regocijado,
No se impresiona, por cierto,
Aunque de sangre cubierto
Se vió su cuerpo sagrado.

  Por fin, todo se arregló
Para marchar al Calvario;
Jestas, el mas sanguinario,
Fué el primero que salió;
Dimas luego le siguió,
Mostrando mil sinsabores,
Mas atras marcha ¡oh! lectores!
Cristo, el cordero inocente,
Que va a morir ciertamente
Por salvar los pecadores.

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