COMENTARIO
SOBRE LA MUERTE DE JESUS

  En cuanto Cristo murió,
Todo el pueblo allí presente
Huyó apresuradamente
Por las cosas que notó.

  Al dar el último aliento
Cristo reclinó la cabeza,
I toda la naturaleza
Responde a su gran lamento.
El sol en ese momento,
Color de sangre tomó
Tan transparente quedó
Que asustó a los que le vieron,
Los que, espantados huyeron,
En cuanto Cristo murió.

  Al ver huir asustado
El pueblo, el ciego Lonjino,
Un gran lanzazo contínuo
Le acertó al crucificado.
De su bendito costado,
Salió de sangre un torrente,
Sus ojos precisamente
Con ella el ciego tocó.
I con vista ya lo vió
Todo el pueblo allí presente.

  «Milagro»! El ciego esclamó,
Al ver sus ojos con luz,
I ante la bendita cruz,
Contrito se arrodilló.
Samuel Beliber sonrió
Al ver a ir a la jente
«Anda, anda tristemente»,
Le gritó el Mártir divino,
I él sin mirar el camino
Huyó apresuradamente.

  Esa noche fué a parar
Al valle de Josafat.
I cuando ya estuvo allá
Oyó un grito sin cesar:
«Anda, anda», en jeneral
Fué el grito que se sintió;
Muerto ninguno quedó
Sin decirle lo narrado,
I Samuel huyó asustado
Por las cosas que notó

  Por fin, el pobre Samuel.
O sea el Judio Errante
A su casa en ese instante
Llegó sin hallar qué hacer,
A su difunta mujer,
En la puerta la encontró
I «Anda, andas», le gritó;
I luego un niño de año
Con un grito mui estraño
«Anda, anda», repitió.

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