ENTREVISTA de BRICENO
CON SU FAMILIA
DOCE HORAS ANTES
DEL INDULTO

       Ella

  Querido José Domingo,
qué triste estás caro esposo
ni un momento de reposo
tienes aquí, lo distingo.

       El

  Te equivocas cara esposa;
encuentro en la relijion
la noble resignacion
para bajar a la fosa.

       Ella

  Santo Dios i santo cielo
¿cómo podré soportar
esta desgracia sin par,
este horrible desconsuelo?

       El

  Qué feliz soi en tu brazo
último abrazo quizas;
hablemos, no llores mas
mira que el tiempo es escaso.

       Ella

  ¿No llorar? es un delirio!
si mueres, Domingo mio,
mi llanto há de ser un rio,
perdurable mi martirio!

       El

  Consuélete bien presente
el saber en tu dolor,
pues te juro por mi honor,
de que yo soi inocente.

       Ella

  ¿I cómo así no hai clemencia?
¿cómo es que vas a morir?
si esto llegase a ocurrir
no existe la Providencia!

       El

  Oh! no digas eso Ignacia
afronta la situacion;
tengo de Dios el perdon.
no es tan grande mi desgracia

       Ella

  ¿I cómo Dios con su ciencia
i su infinita bondad
va a permitir tal maldad
i no ompara a la inocencia?

       El

  Mi situacion no es tan grave,
no te lances a llorar,
todavia hai que esperar,
Dios solo mi suerte sabe.

       Ella

  No es posible que tú mueras,
dices bien, esposo tierno;
el personal del Gobierno
no está compuesto de fieras.

       El

  No hija mia; es jente buena,
quizás sin hacer alarde
ántes que pase la tarde
se me conmute la pena.

       Ella

  ¡Dios convierta en realidad
esta bonita esperanza!
si, bien mio, ten confianza
habrà para tí piedad.

       El

  Sin embargo es necesario
ponerse en todo fracaso,
compra el ataud del caso,
trata el carro funerario.

       Ella

  ¡Oh, qué horrible comision!
¿cómo la podré llenar
si se me quiere escapar
de mi pecho el corazon?

       El

  ¿Qué no eres mujer cristiana?
Inspírate en Jesucristo;
¿no me ves a mí estar listo
para el dia de mañana?

       Ella

  Domingo, no hables así,
resignarme no podré;
si tú mueres, moriré,
no podré vivir sin tí.

       El guardian

  Tengo el encargo señora,
de pasar a usted a avisar
que se debe retirar
porque se pasa la hora.

  Entonces la mujer le echó los brazos
i se puso frenética a llorar
como queriendo en esos tiernos lazos
a su esposo querido libertar;
el pequeñuelo apresuró sus pasos
i se puso a su padre a acariciar
i él mientras tanto de dolor trancido
dejó escapar un lúgubre jemido.

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