Lira popular del siglo XIX

Las liras publicadas en Chile desde fines del siglo XIX a inicios del siglo XX.

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Fusilamiento del asesino
DEL TENIENTE LARRAIN

Colección Lira Popular de la
Universidad de Chile

Autor: Rólak.
Impresor: Sin información
Tamaño: 26,8 X 37,2 cm
Clasificación: 829 R774f Caja N°8a

  • Fusilamiento del asesino del Teniente Larraín
  • Inocentadas de Rólac
  • Prisión de Carvallo Orrego
  • Licenciamiento del Atacama, Taltal y 9º

Nota: Este ejemplar tiene escrito a mano con lápiz rojo “829”.
Documento optimizado digitalmente.

Un verso al azar

  • NUEVO Y LASTIMERO ROMANCE <BR>DE<BR>LAS FECHORIAS QUE HIZO EL DICTADOR BALMACEDA <BR> EN LOS <BR> Siete Meses de Esterminio a la Nacion <br> Y ALGO SOBRE LA CARNICERIA DE LO CAÑAS

    Primera Parte

    A tí, Virjen Sacrosanta,
    Madre de Dios soberana,
    Con rendimiento te pido
    Que disculpes mi ignorancia;
    Perdonad mi insuficiencia,
    Por ser la llena de gracia.
    Aquí se atreven mis labios
    A hablar con toda esperanza;
    Voi a dar publicidad
    A lo que se vió en mi patria,
    Con aquel tan sanguinario
    Que al mismo Rosa imitaba,
    Que en Buenos Aires estuvo
    Y de todos fué cruel daga.
    Aquí en Chile Balmaceda
    Asesinó jente tanta,
    A persoñas principales
    Como de la aldea baja.
    Del sacerdocio tambien
    Les dió muerte, lo declaran,
    Y sentenciaba el cobarde
    A todos de  la Escuadra,
    Advirtiendo si vencia
    A ninguno perdonaba
    Del campo reclutó jente,
    Esto era en leva forzada:
    Aquel que no era rendido
    Lo hacian morir a bala
    De modo que desde el Huasco
    Todo para el sur estaba,
    Varios en espesos montes
    Por el temor se ocultaban:
    Al idiota con espías
    Todos los días llegaban
    Al Paleciolos secretos
    Y el dictador les pagaba
    Con billetes que él selló,
    Porque nada le costaban.
    Al clero le tomó odio
    Y a infinitos desterraba,
    Unos a Montevideo
    Y a otros para la España
    Y otros en dobles prisiones
    Sufriendo tormenta bárbara:
    Este le imitó a Neron
    Cuando a Roma gobernaba
    Que mandó abrir a la madre
    Para ver donde él estaba.
    Cuando se habia forjado
    La órden fué ejecutada;
    Balmaceda hizo lo mismo
    Y a los pobres azotaba:
    Este nuevo inquisidor
    Valparaiso le irritaba
    Y tenia prometido
    Si en la batalla triunfaba
    Que los hacia quemar
    A unos y a otros degollaba,
    Porque le dijo a Oscar Viel:
    i de aquí jente tomaba
    Del anciano al mas pequeño
    Todos a una vez hablaban
    Somos todos congresistas
    Y a don Cárlos lo deseaban.
    Cuando los diarios leian
    Parece que las entrañas
    Nos revolvia un cuchillo,
    Y el corazen palpitaba:
    Los dias eran como años,
    Las horas eran semanas,
    Esperando a los blindados
    Y señores en la Escuadra
    Otros decian de que
    Veian en mares altas
    Nuestra nave favorita
    Y en secreto lo contaban
    Diciendo tal dia vimos
    Verífico a la Esmeralda:
    El sueño, temor y todo,
    En placer se nos cambiaba
    Esperábamos pacientes
    Esa hora tan deseada.
    Antes que aquel tiranuelo
    El cordel nos apretara,
    Sintiendo los inocentes
    Si el Señor no los ampara
    De la barbárie inaudita
    Que el apóstata declara,
    Pero si habia otra cosa
    Que por nos tantos rogaban.
    Los Padres en los conventos
    Al Hacedor le mandaban
    Y estoi seguro de que
    El Eterno lo observaba.
    Y en los monasterios todas
    Aquellas que consagradas
    A Dios humilde le piden
    Alcanzar aquella gracia,
    Como Dios dijo al maldito:
    En el desierto que oraba
    La voz del justo va al cielo
    Y a mi Padre Eterno agrada
    Nosotros en las iglesias
    Lo que se nos alcanzaba.
    Con una voz suplicante
    Y con fervor en compaña
    Pediamos el socorro
    De la escuadra que llegara;
    Porque parece veiamos
    El puñal en la garganta
    Al concluir el mes de Agosto
    Un regocijo aumentaba.
    Veiamos gobiernistas
    Como que se apresuraban
    De aquella asta de bandera
    Con el anteojo miraban.

    Segunda Parte.

        Aquí mi lector amado
    Descansa tu pensamiento
    Para notar que Santiago
    Estuvo en el sufrimiento
    Sin tener noticia fija.
    Lo mismo pasó en el puerto,
    Nunca hizo la tiranía
    Arbitrio mas desonesto
    Visperas del desembarco
    Del ejército en Quinteros
    La prohibición severa
    Privando todo secreto,
    Balmaceda a su placer
    Tenia un dorado sueño
    Con la junta ejecutiva
    Para descorrer el velo.
    Deliró despedazar
    Lo que consiste el misterio,
    Y beber aquella sangre
    Todo le fué vano empeño.
    La justicia custodiaba
    La entrada de aquel templo,
    De aquel recinto sagrado,
    Asilo de nuestro aliento:
    Que lo ocultaba la casa,
    Del gran patricio diremos,
    Eminente ciudadano
    Don Melchor Concha tan pleno,
    Y Toro su apelativo
    Que todos le conocemos;
    Seis meses le fué allanaba
    En diferentes momentos
    Con escrupulosidad
    Pero no halló ni diseño
    Nunca la fiera indomable
    Hacer presa a su deseo.
    Ahora referiré
    El detalle mas sangriento,
    Que formó la tiranía
    La que no han visto los tiempos
    Es la pájina mas negra
    Horrorosa del recuerdo,
    Durante los ocho meses
    Un mar de lágrimas lleno
    A nuestro querido Chile
    Crimen nefando que veo,
    Perpetrado en el veintiocho
    De Agosto como lo pruebo
    Cerca de Santiago fué
    En el fundo que así creo
    Que le dan nombre Lo Cañas
    De su respectivo dueño.
    Los anales de la historia
    Se rectifican diciendo
    Qque no han visto salvajismo
    Semejante con tal hecho.
    A los que allí ejecutaron
    Mas de cuarenta mancebos
    Jóvenes de distinguidas
    Familias de lo mas bueno
    Esperanza de la Patría
    De sus padres el consuelo
    Ni en las indíjenas tribus
    Se ha visto horror mas perverso 
    Jóvenes ciento cincuenta
    En verdad se habian puesto
    En accion a secundar
    Con propósito propuesto
    Para venirse a Santiago
    Si era abandonado luego
    Pero desgraciadamente
    No faltó quien diera el cuento.
    Un delator miserable
    Cobarde Judas violento
    Un canalla que ha pagado
    Tan pronto su mal intento
    Tuvo que perder la vida.
    Y sin el menor provecho.
    Este impuso al dictador
    Bajo un profundo secreto
    De aquello que allí ocurria.
    Tomó las medidas presto:
    A las dos de la mañana
    Despachó con un sosiego
    Soldados caballería
    Sin que lo supiese el pueblo,
    Otra tanta infantería
    A la grupa con aquellos
    Al amanecer se acercan
    Con canteloso silencio,
    Y ántes que se apercibiesen
    Los jóvenes cierto fueron
    Saludados y asaltados
    Con las descargas que oyeron
    Completamente rodeados
    Un instante resistieron.
    Pero aquella iniquidad
    No intimó ni rendimiento,
    Emprenden la cierta fuga
    Cada cual de ahí saliendo
    Un don Arturo Undurraga
    Era jóven injeniero
    En número doce o quince
    Dispuso salir primero,
    Sacó un rollo de billetes
    Creyendo por el dinero
    Le darian iibertad
    Con algunos compañeros
    Así escapó con algunos
    Que lo seguian al cerro
    Aparece un individuo
    De tan repugnante aspecto:
    Era Alejo San Martin
    El que dió la órden de fuego.
    No hallaron otro recurso
    Abrirse paso y lo hicieron
    Todos salieron peleando
    De aquellos los mas murieron
    Pero Venceslao Aranguiz
    Administrador por cierto,
    Le dieron otros suplicios
    Como martirio mas récio
    Lo amarraron a sablazos
    Porque les dijera presto
    Don Cárlos Walker Martinez
    Donde estaba que era él dueño,
    Dijo que nada sabia
    En castigo tan tremendo
    Le quebrantaron las piernas
    Y con parafina y fuego
    Incendiaron aquel jóven
    Y se quemó a fuego lento,
    Tres cuartos de hora cumplidos
    Duró este grave tormento
    Unas cuarenta y ocho horas
    Apénas se taascurrieaon
    Aquella sangre inocente
    Se vengó en el campamento.
    De Concon, como lo saben,
    Que el triunfo ha sido completo,
    Ahora suplica el poeta
    Le disculpen los defectos.

                      FIN DEL ROMANCE

    Es propiedad de Nicasio García.

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