Canto póstumo

Canto póstumo
(A la memoria de mi madre)
Por Luis Polanco, gran poeta popular.

Alma de mi alma; ¡Madre!,
primer sol de mi pupila,
terneza que se perfila
en el alba y en la tarde;
celeste amor sin alarde,
tendido en mi tarde clara,
rosa de luz que dejara
tu canción sobre mi cuna;
me dio tu frente la luna
para que te la besara.

Línea blanca en mi destino,
suave estrella de mi cielo,
felpa de seda en el suelo
que fué mi primer camino;
del ave me diste el trino,
me diste alas de aurora,
en el rumor de la flora
y en los arruyos del nido
me diste “albo amor mío”,
el verso que canto ahora.

Tendido entre el cerezal
te anda buscando el clarín,
tu ausencia mató el jazmín
y ha marchitado el rosal;
junto al puquío de cristal
te está esperando el jarrón
reseco por la emoción
de no oírte, de no verte,
y te llora en la vertiente
el viejo sauce llorón.

Hoy, recostado en la tierra
que antaño fue tuya y mía
tendióse en la lejanía
mi nostalgia y mi quimera:
como portón que se cierra
frente a un paisaje de auroras
sentí el golpe de las horas
que están tronchando el amor,
y vi esconderse la flor
en tu voz ensoñadora.

Vos me dejaste en tu aliento
ésta voz dulce escondida,
que es voz de estrella y de viento
y que es fuente de mi vida.

Es voz que le di al rocío
para en el, hablar contigo,
voz que viajara en el río
cuando paseabas conmigo.

Alma de mi alma: ¡Madre!,
antorcha en mi caminar,
emoción primaveral
hecha palabra en mi sangre:
polvo de trigo en el hambre
de redención, con que sueño,
camino de sol, sin dueño,
aire puro en el taller,
e ilusión por florecer
en mi futuro risueño.

En donde se duerma el agua,
y donde sueñe la alondra,
donde la brisa haga alfombra,
donde sea espejo el alba,
donde sonría en la parva
el bienestar campesino,
donde el lucero y el trino
den al amor armonía,
habrás de hallarme, alma mía,
siguiendo un nuevo camino.

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