La agonía de la rosa

La agonía de la rosa
Por Flor María, poetisa popular de Santiago.

Salí al jardín a pasear
en noche resplandeciente
y me acerqué hasta la fuente
a ver la luna jugar;
me senté al borde a pensar
en mil cosas de este mundo
y en mi pensar errabundo
miré una rosa tristona
que dejó escapar su aroma
en un suspiro profundo.

A su lado vi un clavel
de color rojo y fragante
que se miraba arrogante
orgulloso de su piel;
oí preguntar a aquel,
mirando a la triste rosa:
“¿Qué te pasa, buenamoza,
que te oigo suspirar?”.
“Pronto te voy a contar”,
respondióle ella llorosa.

“Hasta ayer un traicionero
me cuidaba con amor,
pero ahora a otra flor
se dedica con esmero;
es por eso que me muero,
él es la causa del mal,
está seco mi rosal
porque cambió sus amores
y ahora prefiere otras flores
para prender en su ojal”.

Luego prosigue quejosa,
dando aún otro suspiro:
“Cuando en el agua me miro
me veo feo, arrugosa;
Recuerdo que yo era hermosa
y que él de madrugada
con una tierna mirada
me daba así de beber,
diciéndome en su querer:
te cuido para mi amada”.

“Yo no sé lo que ha pasado
–sigue la rosa y suspira–.
Cuando pasa ni me mira,
aun cuando lo he llamado;
lo he visto muy adornado
con unos claveles rojos
que han de ser meros antojos
porque es un mal jardinero
y no le importa si muero
por la ausencia de sus ojos”.

Y el clavel dijo: “Una niña
con su mano primorosa,
me cuida muy cariñosa
para que yo no la riña;
con mi flor ella se aliña
su preciosa cabellera,
y a su amado siempre espera
para prenderme en su ojal.
¿Seré involuntario el mal?
¿el que a ti te desespera?.

Y se oyó como un gemido
ante la interrogación;
“Eras tú, pues la razón
y no había comprendido:
no te había conocido
en verdad, rojo clavel,
sin pensar, eras tú el cruel
motivo de su inconsciencia
y hoy tienes su preferencia
porque te lleva con él”.

No siguió su narración
pues terminó allí su duelo,
el viento la trajo al suelo
con el primer remezón.
Conteniendo la emoción
recogí muy presurosa
los pétalos de la hermosa
de perfume no igualado
que el clavel nunca ha guardado
como guarda la rosa.

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En la Cruz Roja

En la Cruz Roja
Por Flor María, poetisa popular de Santiago.

CUARTETA

En la guerra y en la Paz
heroicamente abnegada
va marchando la cruzada
en bien de la humanidad.

GLOSA

Vamos alegres, sonrientes,
dispuestas al sacrificio,
ofreciendo nuestro oficio
con una pasión ferviente;
con constancia y consecuentes
vencemos la enfermedad,
para tener en verdad
un pueblo sano y altivo
nobles por este motivo
en la guerra y en la Paz.

Nuestra labor de progreso,
y de responsabilidad
marcha con serenidad
sufriendo miles de tropiezos;
vamos por el universo
trabajando consagradas,
por una grande alborada
sin penas ni enfermedades,
luchando contra los males
heroicamente abnegadas.

Nuestra labor silenciosa,
pero grande y efectiva
deberá ser en la vida
obra siempre muy juiciosa;
con dulzura misteriosa
aliviar la encrucijada
a la vida desdichada
que carece de salud,
y ver con qué rectitud
va marchando la cruzada.

Hermosa y universal
es hoy nuestra gran Cruz Roja,
pues en su seno se aloja
una verdad inmortal;
apostolado leal
que da con felicidad
la vida, y capacidad
guardada en un noble fin
eliminando el sufrir
en bien de la humanidad.

DESPEDIDA

Al final dejo presente
que mi vida daré entera
en mi oficio de enfermera,
con un anhelo creciente;
ya sea dónde me encuentre
tengo mi fe consagrada
repartiendo enamorada
el fruto por los caminos
hasta encontrar mi destino
en medio de la jornada.

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Así es mi vida

Así es mi vida
por Flor María, poetisa popular de Santiago

CUARTETA

Me levanto tempranito
para ganarme el puchero
la fábrica toca el pito
y cierran el tarjetero

GLOSA

Yo vivo en un conventillo
ahumado cual la pescá
en invierno la humedá
nos da que tremendos gritos,
el dueño que es un pillo
se las gana tranquilito
nos da que tremendos gritos
el acaso una le reclama,
pa trabajar la semana
me levanto tempranito.

La vida de una obrera
es harto sacrificá
más tuavía si es casá
y el marido la aporrea;
los chiquillos e´moledera
mientras atiendo el lechero
revuelven el gallinero
a gritos y almohadonazos
y luego parto a trancazos
para ganarme el puchero.

La locomoción escasa
me pongo apurá en la cola
de nervios rabeo sola
pues la tal cola me atrasa;
y he de aguantar la grandasa
retada del patroncito
que tiene su regio autito,
y no admite la disculpa
y cuando una llega justa
la fábrica toca el pito.

Corrimos a las tarjetas
para marcar la llegada,
nos topamos a la entrada
en trifulca que´s completa;
el hombre es quien mas aprieta
para marcar él primero;
son tan poco caballeros
que espero no haya ni uno
y aún no me toca el turno
y cierran el tarjetero

DESPEDIDA

Por fin para terminar
esta gran tragedia diaria
diré que esta proletaria
al dirigirse a su hogar;
tedrá pues que aplanchar
surcir muchos calcetines
lavar a los chiquitines
y preparar la comida
y pa colmo de mi vida
el marido me reprime…

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