La casa de los mil sustos

La casa de los mil sustos
Por Agueda Zamorano, poetisa popular de Santiago

La casa de los mil sustos
no es cosa de fantasía
por lo que allí se veía
sin ver fantasma ni bultos.

GLOSA
Allá por el veinticinco
yo viví en una casita
que construyó mi taitita
con gran esmero y ahínco;
la familia éramos cinco
y nos fuimos muy a gusto
pero vean que es muy justo
lo que les voy a contar
que yo la he dado en llamar
la casa de los mil sustos.

Empezaron por salir
unos muy hermosos hongos
que no he visto ni en el Congo
por su tallo que al medir
dos metros iba a cubrir
la ventana que no abría
y un aceite les corría
que mi gatito lamió
si a pocos días murió
no es cosa de fantasía.

Fue por orden de un curita
que mi padre consultó
que a las callampas quemó
y les echó agua bendita
desde esa noche maldita
dormir ya no se podía
por temor al otro día
de despertar en la calle
sin que una respuesta de halle
por lo que aquí se veía.

Sin hacer el menor ruido
los muebles eran cambiados
el dinero era robado
aunque estuviera escondido:
el horno era encendido
se quemaban los arbustos
se desmayaba de susto
mi madre cuando el vestido
se lo tenían cogido
sin ver fantasma ni bultos.

DESPEDIDA
Lamento en esta ocasión
no poder seguir contando
para ir finalizando
terminaré la versión:
con que la casa en cuestión
la tuvieron que vender
y yo que así por querer
les he contado este boche
les deseo buenas noches
y un mejor amanecer.

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