Ante un confesionario

Ante un confesionario
por Jorge Obrero del Carbón, poeta popular de Coronel.

Padrecito: –me robé,
el mango de una cuchara,
una chaucha con dos caras,
y la mitad de un corsé;
de un peso tan solo un diez,
los corriones de una ojota,
una bacinica rota,
el arco de una tetera,
la tapa a una cafetera,
y el cordón de una pelota.

¿Qué más hijo, habéis robado?
–Me dijo el cura confuso–
Robé un peine ya sin uso,
y la caja de un candado;
robé un tarro desfondado
y el junco de una raqueta,
de un purgante la receta,
el coco de una bombilla,
las cartas de una chiquilla,
la talla de una escopeta.

¡Malo eso!… Pero siga…
termine su confesión.
El fuelle de una acordeón
las hilachas de una liga,
de un pan duro, sólo migas,
y as puntas de un pellejo,
canastos, gangochos viejos
y las alas de un sombrero,
robé un cajón basurero
y las chalas de un verdejo.

Pa mayores tentaciones
también le robé a mi taita
la tira de una alpargata
y toditos los botones;
la paja de los colchones,
las mangas de un chaqueta
un cuello de camiseta,
las cañas ‘e los calcetines,
la cola ’e los volantines
y el varal de una carreta.

DESPEDIDA

Al final en un farra
ya se me pasó la mano,
le levanté a otro paisano
el brazo de una guitarra;
de un botecito, una amarra,
también me la embolsiqué,
y por eso pido a usté
perdón, por tanto pecar.
Cura:  –¡Tendrás que rezar
cien rezos en cuatro pies!

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