A un amigo egoísta

A un amigo egoísta
Por Sergio Rueda, poeta popular de San Miguel

Egoisto –un apretado–
era un hombre singular,
gustaba sólo bolsear
y no gastar un centavo.
Un pituco consumado
y exigente, cien por ciento.
Nunca se hallaba contento
de lo que en casa le hacían.
Pobre de los que vivían
con el bendito jumento.

La billetera pasaba
llena de papel moneda
sin que saberlo yo pueda
la cantidad que guardaba.
Hora tras hora adoraba
plata como un ser divino.
Solo perdía su tino,
y su adoración al cobre,
cuando un amigo más pobre,
le invitaba a tomar vino.

Le gustaba tinto y blanco
la chicha era su pasión
tomaba el tipo en cuestión
como un vulgar condenado.
Sin pecar de mal hablado,
me limito a describir
dos cosas que a mi sentir,
podrían cambiar vereda:
el amor a las monedas
y el beber sin ningún fin.

Teniendo plata en bolsillo,
le importaba un pepino
que en su casa del camino
no tuvieran ni sencillo
que lloraran los chiquillos,
bien poco le interesaba
total, nada les faltaba,
tenían con que comer,
para eso su mujer
día a día trabajaba.

DESPEDIDA:

Al final, pasado un tiempo
Egoisto ya está viejo
al mirarse en un espejo,
de arrugas está cubierto;
pero el está contento
porque bien supo enseñar
a sus hijos a juntar
el dinero pa’ un destino
Sólo le cuesta que el vino
al mes le logren comprar.

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