Fuera de la ley

Fuera de la ley
Por José Enamorado Cuesta

Acaba de publicarse en San Juan de Puerto Rico, el libro “La Princesa y el Oso Blanco”, del poeta José Enamorado Cuesta, encarcelado en diversas ocasiones por su sostenida lucha por la libertad de su patria, sojuzgada por el imperialismo norteamericano. “Verso carcelarios” subtitula su libro el autor y en una nota advierte: “No hay derechos reservados. Rechazo la ley de propiedad literaria, como todas las leyes impuestas por el gobierno interventor de Estados Unidos en Puerto Rico”. Dado el carácter y la forma populares de estos poemas, nos ha parecido que no podía haber mejor lugar que la Lira Popular de EL SIGLO para publicar éste que hemos seleccionado y titulado “Fuera de la ley”.

Fuera de la ley, el yanqui
vino, Patria para hollar
con férreo talón tu playa
y a tu gente sojuzgar.

Vino sin nadie llamarlo,
nadie lo mandó a buscar:
por el verdor de tus montes,
por el azul del mar.

Vino porque tú eres bella
bella y rica por tu mal,
bella en tu blanca campiña,
rica en el cañaveral.

Fuera de la ley entrose
por tus puertos de rondón,
fuera de la ley quedose
siendo su ley, el cañón.

Fuera de la ley, sus leyes
te impuso, Patria, el sajón
fuera de ella, desde entonces
te llamó su posesión.

No hay leyes para el pirata,
no hay leyes para el ladrón:
fuera de la ley, vive y medra
desaforado, el mandón.

Su ley es ley de la muerte,
sin conciencia ni razón:
la mejor razón del fuerte
es la de su sinrazón.

Cómo pues, borícua ingenuo
sus leyes has de acatar
cuando fuera de las tuyas
vino él tu casa a violar?

Cómo has tú de ser su esclavo
bajo leyes que él te dio,
cuando tus leyes él mismo
sin respeto pisoteó.

No hay ley, boricua, en tu patria,
que te obligue a respetar
la ley que el yanqui te impone,
la ley que él te hace guardar.

No hay ley que obligarte pueda
a plegar tu voluntad,
a quien osado, te impide
gozar de tu libertad.

A quien tus hijos se lleva
a que maten y a matar
a extrañas playas remotas
al otro lado del mar.

España la madre patria
guerras tuvo ciento y mil
pero nunca en sus legiones
hizo a sus hijos servir.

Y el yanqui que tu padrastro
por la fuerza vino a ser,
se atreve osado, la sangre
de tus hijos a verter.

Fuera de la ley, tus cañas
te impide el yanqui moler,
olvidando que las cañas
lanzas se pueden volver.

Que se vaya de esta tierra
el yanqui que en tu batey,
no hace falta el que allí vino
y entró fuera de la ley.

Que se vaya que en su tierra
hay muchas cosas que hacer:
hay que hacer allí hombre libre
al negro y su mujer.

Que se vaya con viento fresco
su propia casa a atender,
que se vaya y que nos deje
nuestra casa defender.

Que se vaya, que se vaya
es el clamor general
lo susurran los guajanas
dentro del cañaveral.

Lo dice el pico Loquillo
en la altura de su monte
donde impera el Yuquiyú
y allí lo canta el sinsonte.

Lo dice el cerro Guilarte
que reina en el cafetal
en la voz y el canto dulce
dulce y libre del zorzal.

Lo dicen hasta las piedras
que cantan en Aguadilla,
y el eco resuena en Lares
y en Yauco, y en Guayanilla.

Lo dice, en fin, nuestro pueblo,
que es quien lo debe decir
Y el eco del el verso mío
que yo forjo en hierro frío
porque pueda resistir.

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